PRONÓSTICO EXTENDIDO

Científicos detectan que los jóvenes y adolescentes que se emborrachan, padecen alteraciones cerebrales típicas del alcoholismo

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Los cerebros de los jóvenes y adolescentes se encuentran todavía en desarrollo, por lo que son muchos más vulnerables a los efectos nocivos causado por el abuso del alcohol.







No cabe ninguna duda de que el consumo abusivo del alcohol es muy nocivo para la salud. Además, no hace falta que este abuso sea continuado –o ‘crónico’, lo que inevitablemente conlleva al alcoholismo– para dañar notablemente el organismo. Basta con ingerir esporádicamente grandes cantidades de alcohol en un tiempo mínimo. Un consumo en ‘atracones’ –o ‘binge drinking’ según la terminología médica– que resulta común entre los jóvenes y que expresa de manera muy concisa lo que sucede en los ‘botellones’. Todo ello a pesar de los peligros que entraña este patrón de consumo para la salud del cerebro. Y es que como muestra un estudio realizado con universitarios de nuestro país y publicado en la revista «Frontiers in Behavioral Neuroscience», un único episodio mensual de ‘binge drinking’ es suficiente para provocar alteraciones cerebrales típicas de los adultos alcohólicos.







Como explica Eduardo López-Caneda, de la Universidad del Miño en Braga (Portugal) y director de la investigación, «numerosos estudios han evaluado los efectos del ‘binge drinking’ sobre distintos procesos cognitivos, caso de la memoria de trabajo. Sin embargo, no se han realizado investigaciones para analizar si estos cerebros muestran diferencias cuando se encuentran en un estado de reposo».

Daño cerebral

El consumo de alcohol en atracones no es exclusivo de los jóvenes españoles. De hecho, se estima que al menos una tercera parte de los jóvenes europeos y norteamericanos beben en atracones. Pero, exactamente, ¿qué es este ‘binge drinking’? Pues según el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo de Estados Unidos(NIAAA), se define como el consumo de un mínimo de cinco bebidas alcohólicas por los varones o de cuatro o más por las mujeres en un tiempo máximo de dos horas. Es decir, ese consumo en atracones no equivale a una larga noche de borrachera. Se trata de una cuestión de tiempo, y el objetivo es alcanzar el estado de ebriedad lo antes posible.







 El objetivo del nuevo estudio fue evaluar si los cerebros en reposo de los universitarios que beben en atracones muestran alguna diferencia frente a los que aquellos que, no necesariamente abstemios, no ‘practican’ este patrón de consumo. Y para ello, los autores contaron con la participación de alumnos de primer año de una universidad española que respondieron a un cuestionario sobre sus hábitos de consumo de alcohol y se sometieron a distintas pruebas para la evaluación de la actividad cerebral de sus cerebros.

Las instituciones sanitarias y educativas deberían utilizar nuestros resultados para intentar reducir el consumo de alcohol en bebedores de riesg

Los autores incluyeron en el grupo de ‘binge drinking’ a todos aquellos estudiantes que habían consumido alcohol en atracones al menos una vez en el último mes. Y de acuerdo con los resultados, este único episodio de ‘binge drinking’ fue suficiente para mostrar alteraciones de la actividad cerebral en reposo. Concretamente, los autores detectaron un aumento notable en algunos parámetros electrofisiológicos específicos –oscilaciones en las ondas beta y theta– en el lóbulo temporal derecho y en la corteza occipital. Unas alteraciones que, sorprendentemente, ya se habían observado en los cerebros de los adultos con alcoholismo crónico.

Pero, estas alteraciones electrofisiológicas, ¿qué consecuencias tienen para el cerebro y su funcionamiento? Pues, básicamente, pueden conllevar unadisminución de la capacidad de respuesta ante estímulos externos y dificultades potenciales en la capacidad de procesamiento de la información. Es más; también podrían ser uno de los primeros signos de daño cerebral inducido por el alcohol.







Evitar los atracones

Que un adulto joven beba alcohol en atracones no implica que sea alcohólico. Sin embargo, los daños para su cerebro parecen asemejarse a los que padecen aquellos menos jóvenes que ya han desarrollado el alcoholismo. Y es que el cerebro de los jóvenes y adolescentes se encuentran todavía en desarrollo, por lo que son más vulnerables a los efectos del abuso del alcohol.

En definitiva, los resultados sugieren que el ‘binge drinking’ tiene unos efectos tangibles sobre los cerebros jóvenes y comparables con los ya observados en múltiples estudios en personas con alcoholismo crónico. Tal es así que, como concluye Eduardo López-Caneda, «sería ciertamente positivo que las instituciones sanitarias y educativas utilizaran nuestros resultados para intentar reducir el consumo de alcohol en bebedores de riesgo».