PRONÓSTICO EXTENDIDO

Defraudados | Por Maria Elina «Mali» Serrano

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Momento incómodo en el sillón

Madrugada del sábado, a tres días del fallecimiento de Maradona. Los Pumas vs. los All Blacks. Quienes lo estaban viendo en vivo, esperando el inicio del partido, estaban listos para escuchar la mención, el homenaje, la puesta en valor de un sentimiento, por la pérdida del más importante de sus fans: el Diego. Esperando una acción que no sucedió, se ve avanzar al capitán Sam Cane con la camiseta negra y el número 10 en la espalda, que coloca en el campo argentino.

Momento único y emocionante. Aplausos y ansiedad.

¡¡Que la levanten!! ¡Que agradezcan, que el capitán se acerque, que alguien se mueva…! Empieza el Haka, un grito poderoso, intimidante. Incomodidad en el equipo argentino. Ningún jugador se mueve. Nicolás Fernández Miranda, del cuerpo técnico, retira la camiseta.

“Los All Blacks son los mejores del mundo. No solo jugando sino con el corazón, la cabeza. Y creo que ahí nos mataron. Creo que ahí alguien de Los Pumas tendría que haber agarrado la camiseta de los All Blacks, la hubiese levantado…”, así lo cuenta Serafín Dengra, exjugador de Los Pumas.

Los caballeros de la ovalada

Pasión, entrega y especialmente compañerismo son algunos de los valores que resumen el espíritu del rugby. Hace más de 100 años que se juega en la Argentina, actualmente se practica en todo el país, en unos 500 clubes.

El espíritu de cuerpo tan necesario se fortalece en el tercer tiempo. Después del encuentro cuando los locales invitan a comer a los visitantes, se intercambian impresiones y conflictos del juego. Otros deportes intentan imitar este momento donde se fortalecen los lazos del equipo, se estimula la convivencia entre los jugadores, los entrenadores, las familias e incluso los árbitros. Es el momento también de sacar conclusiones, el indicado para analizar y actuar sobre los conflictos, el saber ganar, perder y aprender de lo sucedido.

El lado oscuro: los Tinchos

Si bien el rugby salió hace tiempo de su círculo cerrado, continúa siendo un deporte propio de grupos sociales con capacidad económica. Se conocen como “Tinchos” a los que ostentan esa condición.

Que haya muchos en el rugby, es casualidad o clasismo?

Los twits antiguos de los integrantes del seleccionado que se conocieron esta semana indican que sí. Ya no son los adolescentes de hace 10 años, pero ¿habrán cambiado los conceptos que tienen sobre las personas que “no pertenecen” a su mundo? Seguirán usando en la intimidad de su círculo palabras denigrantes como negros? Serán clasistas o xenófobos denigrando a las mucamas, judíos, paraguayos y bolivianos?

Si bien pidieron disculpas públicamente, habrá cambiado sinceramente tanto desprecio? Qué sintieron ante las publicaciones sus representantes, sponsors y sus familias?

En muchas ocasiones, los rugbiers han sido partícipes de hechos violentos con otros jugadores  y comportamientos impregnados de odio en contextos sociales con dolorosas consecuencias.

En un deporte de alto contacto se aprende a manejar los comportamientos violentos.

Pero hay excepciones y esas son las que sobresalen.

Episodios como la muerte de Ariel Malvino (21) en Ferrugem, Brasil a manos de rugbiers correntinos (2006), la agresión a Jonathan Castellari (2017)  que fue golpeado por un grupo de 7 rugbiers por su orientación sexual y en 2020 la muerte de Fernando Báez Sosa, quien fue brutalmente golpeado en Villa Gesell por un grupo de 10 personas, varios jugaban al rugby.

Las mujeres juegan, pero no conducen

Desde hace mas de 20 años el rugby dejó de ser un deporte solo de hombres. Las mujeres juegan formalmente desde 1997 con un crecimiento sostenido en su desarrollo deportivo, y un creciente número de clubes que cuentan con rugby para mujeres.

Según datos de la UAR, el  rugby femenino creció 121% en los últimos 5 años. Actualmente 6084 mujeres practican el rugby en el país, según estadísticas de fines de 2019. En edad competitiva, es decir, a partir de los 15 años, son 5142 deportistas mujeres.

Pero algo llama la atención, de los 23 cargos que tiene el Consejo Directivo de la Unión Argentina de Rugby que conduce Marcelo Rodríguez (Unión Sanjuanina de Rugby) ninguno lo ocupa una mujer.

Otra buena oportunidad para la Institución, para corregir e incorporar una mirada amplia. Muchos espacios aún son, en la práctica, inaccesibles para las mujeres.

La argentinidad viste a rayas

Sea en el deporte que sea, todos tenemos un amor incondicional por la celeste y blanca. Los argentinos siempre decimos “jugamos”. Como jugadores y como espectadores. Todo lo que haga un equipo nacional lo asumimos como propio. Y ese amor es como un amor familiar: nos tocó la que nos tocó y hay que defenderla.

Estamos orgullosos de los logros, y seguimos mezclando la cuestión deportiva con la identidad nacional. Nos sigue emocionando el himno y nos enojamos cuando los jugadores no lo cantan. Consideramos que el equipo nos representa. De lo deportivo a lo social, hemos creado identidades colectivas basadas en lo deportivo, con resultados diversos.

En el partido ante los Wallabies, Los Pumas jugaron con una camiseta de color azul, en vez de la tradicional celeste y blanca, y un parche, con número 10 sobre el hombro.

Los argentinos esperábamos un homenaje que llegó a destiempo y  con sabor amargo.

Faltó iniciativa, creatividad y sentimiento el sábado pasado, ante ese partido tan potente.

Los hechos de esta semana ponen en debate nuevamente los valores del deporte y de los grupos sociales a los que pertenecemos. Son un llamado de atención no solo para los deportistas, sino también para los responsables de las divisiones inferiores, los entrenadores y las familias.

Y para  quienes sueñan vestir la camiseta argentina, sepan que los estaremos mirando y reflejándonos en ustedes. Que además de ganar partidos, les vamos a exigir ser buenas personas.

La camiseta no se mancha.

Por la Ing. Maria Elina «Mali» Serrano