El hombre clave de la oposición para garantizar la gobernabilidad en el primer año de macrismo se muestra con un pragmatismo descarnado. Pichetto justifica su rol clave para el kirchnerismo pero, al mismo tiempo, lo acusa de personalista y le clava una bandera definitiva: «Es historia».
-Lleva más de 30 años en cargos políticos, ¿eso quiere decir que nunca trabajo?
-No, trabaje de abogado, bastante tiempo, casi 10 años consecutivos en mi estudio. Sin tener empleo público, viviendo de lo que trabajaba como abogado. Había meses en los que era difícil llegar a fin de mes. Después me consolidé, fui competitivo y me fue bien en la profesión. También, paralelamente, la política forma parte de mi vida.
-De los 14 años que lleva como presidente del bloque Justicialista en el Senado, 12 y medio fueron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, ¿cómo pasó de ser la figura clave en el Senado para ellos, consiguiendo todas las leyes que esos gobiernos necesitaron, a ser hoy una figura clave, por todo el mundo reconocida, para la gobernabilidad de Macri?
-Cuando uno está en un gobierno tiene el deber de estar disciplinado, de trabajar mancomunadamente con el proyecto del gobierno y llevar adelante la tarea de legislar. Lo importante era cumplir con los objetivos que el gobierno planteaba. Como todo proceso de gestión tiene luces y sombras. También fui presidente del bloque de Duhalde y vicepresidente en la Cámara de Diputados en el bloque de Menen. Y sin beneficio de inventario, con el peronismo en el gobierno, con mi partido en el gobierno, con luces y con sombras.
-¿Qué cambio hubo en usted para ser un socio, un garante de la gobernabilidad del gobierno de Macri?
-Lo importante es comprender los momentos y etapas de la Argentina. En esta etapa consideramos que teníamos que apoyar a la gobernabilidad y al funcionamiento de los estados provinciales.
-¿Usted dice que el peronismo cambió, que no va a hacer, como hizo en su momento con Alfonsín y De la Rúa, empujar a Macri a que termine antes, a que termine mal, a que se vaya en helicóptero…?
-El peronismo tiene que tener una fuerte vocación democrática. Ser un partido del sistema y no creerse que es el sistema mismo. El peronismo no tiene que sentirse como fue su momento el PRI de México. Tiene que ser un partido democrático. El desafío de las generaciones jóvenes en el peronismo es democratizarse, evolucionar, tener una propuesta política, institucional y económica. Estar preparados para gobernar.
– Por lo que vio en este primer año, ¿cree que el gobierno de Macri tiene alguna chance de ser exitoso o está condenado al fracaso?
-Un presidente norteamericano dijo “Es la economía, estúpido”. Creo que si la economía mejora, el gobierno tiene grandes posibilidades de hacer una buena elección en octubre próximo. Si la situación económica se ensombrece, no hay crecimiento, se pierde empleo, indudablemente el escenario va a ser difícil.
Después de la experiencia de Alfonsín, con Sourrouille y el Austral, de Menen con Cavallo, lo que define en Argentina es siempre el proceso económico. Si esto tiende a recuperarse, a mejorar, creo que hay posibilidades de que el gobierno se consolide. Si ocurre lo contrario, va a tener dificultades en las urnas.
-En el peronismo muchos hablan de renovación, de un cambio, de dejar atrás el kirchnerismo como camino para ponerse en condiciones de recuperar el poder. Muchos peronistas hablan de sacarse al kirchnerismo de encima, pero llegado el momento, le tienen terror a Cristina. Hablan, pero no se le animan. ¿Cómo ve usted este proceso en el peronismo?
-Creo que es un proceso inevitable y, además, venimos de un período excesivamente largo. Doce años de la vida argentina es un tiempo importantísimo. Creo en un proceso de renovación. Hay expresiones jóvenes, de figuras jóvenes, que están hoy en el Frente Renovador como Massa, Randazzo, de figuras que aparecen con los gobernadores nuevos, Bordet, Uñac, Perotti…, tipos interesantes que implican un proceso de renovación. Inevitablemente el peronismo va a ir hacia ahí. El otro proceso va a quedar ya para la mirada de la historia, indudablemente.
No creo que el kirchnerismo tenga continuidad en el proceso del poder. Fue una coyuntura muy especial, fue una conducción fuertemente personalizada, casi de mirada cesarista, en función de la coyuntura dramática del 2001 y 2002. Si ni hubiera existido ese proceso, quizás los lineamientos del gobierno hubieran sido más democráticos.