Cuba ingresó este jueves en una nueva etapa de su revolucionada historia reciente. La Asamblea Nacional elegió un nuevo presidente y, por primera vez en 59 años, no habrá un Castro en la cima del poder político de la isla.
Sin embargo, la asunción de Miguel Díaz-Canel no hace suponer un cambio brusco como podría especularse sino la continuidad de un plan que comenzó a partir del derrumbe del mundo socialista pero que no deja ver su horizonte.
Los analistas Gabriel Puricelli y Leandro Morgenfeld calificaron su aspecto «histórico» y marcaron algunos puntos claves para entender la actualidad de la isla.
Hace poco más de diez años, el 19 de febrero de 2008, Fidel Castro renunciaba a la presidencia de Cuba dando paso a una etapa encabezada por su hermano, Raúl.
El deshielo que prosiguió en la relación con el gobierno de EEUU seis años después, orquestado por el mandatario Barack Obama, dio impulso a un ya iniciado proceso de apertura comercial, lento y grande al mismo tiempo.
Este nuevo modelo de «desestatalización» de la economía, como la identificó Velia Cecilia Bobes, impulsado por Raúl Castro fue, según algunos analistas, el principal giro ocurrido en la isla en época de revolución junto con el inicio del «Período especial en Tiempos de Paz» de 1990, que desembocó en la reforma Constitucional y electoral de 1992.
Estos cambios, iniciados tras el fin del escenario socialista con la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), continuaron profundizándose aún más desde 2014 y la asunción del nuevo presidente es considerada como un apoyo a dicha línea.
Este jueves, los flamantes miembros de la Asamblea Nacional votaron por consagrar a Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 58 años y mano derecha de Raúl Castro desde hace cinco, como presidente y autoridad máxima de la isla.
Será una nueva etapa que tendrá como significativo que no haya un Castro en la presidencia pero que a simple análisis no pareciera vislumbrar una ruptura brusca con el desarrollo económico, político y cultural de la isla.
En diálogo con el sociólogo Gabriel Puricelli, coordinador del Programa de Política Internacional del Laboratorio de Políticas Públicas, consideró que se trata de «un momento histórico porque no solo deja de haber un Castro al frente del Estado y del Gobierno sino que además hay un cambio de guardia finalmente».
«Ya no son quienes hicieron la revolución los que van a estar al frente del Estado sino un cuadro formado por el Gobierno de la revolución, pero que no participo de ella. Esos son los dos elementos que configuran un cambio histórico dentro de régimen», señaló.
Para el historiador, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Buenos Aires Leandro Morgenfeld, «lo primero que hay que señalar es que la transición Fidel-Raúl y la de ahora, fueron planificadas y no generaron ningún tipo de crisis interna».
En ese sentido, Puricelli coincidió en que la asunción de Díaz-Canel es un cambio totalmente controlado y lo consideró como «el segundo acto que puso en marcha Fidel cuando le dejó el Gobierno a su hermano».
La crisis y el fin del escenario socialista en el siglo pasado, pudo haber inclinado la balanza para una rápida absorción de Cuba por parte del engranaje capitalista. Sin embargo, eso no sucedió. En ese sentido, Puricelli señaló que «esta transición forma parte de un plan que un poco sigue la lógica de lo que sucedió en China y Vietnam después de la caída del muro, que era asegurarse no entrar en las turbulencias políticas en la que ingresaron los regímenes de Europa del Este tras la caída del muro y la propia URSS».
Esto se trató de un punto fuerte dentro de la organización política en la isla ya que, en medio de un mundo convulsionado, el poder político cubano nunca flaqueó internamente.
«Fidel sobrevivió a infinidad de atentados, a distintas etapas históricas y supo organizar su transición«, sostuvo Morgenfeld y profundizó: «Lo hizo antes de que su salud se deteriorara y ello pudiera producir un peligro para la estabilidad política en Cuba».
La confirmación de Raúl Castro como presidente en 2008 trajo aparejado nuevas reformas graduales principalmente en la economía. Morgenfeld sostuvo que actualmente dicho plan es oficialmente denominado como una «actualización del modelo económico cubano».
«Tiene como propósito fortalecer un socialismo que podría denominarse mixto, autóctono y sostenible», dijo y añadió que es -para algunos – el que se viene aplicando desde 2011. «Este se sigue sustentado en la propiedad estatal y social sobre los principales medios de producción, sin negar el ámbito de otras formas de propiedad no estatal -como es el caso de las cooperativas- compatibles con la actual etapa de la transición socialista», agregó.
Sin embargo, destacó que hay quienes señalan que se trata de un plan que «estimula la desigualdad, el surgimiento de una burguesía y, por lo tanto, puede abrir el camino a una rápida restauración capitalista». En ese sentido, sostuvo que «Díaz-Canel, presumiblemente, continuará con las reformas económicas y con el sistema político actual».
A propósito del rumbo económico, Puricelli remarcó en que el modelo cubano «se encuentra en una dirección de liberalización y de lenta integración de la misma en el capitalismo global» y profundizó aún más: «Se trata de un proceso en el que tienen mayor protagonismo de las Fuerzas Armadas en el factor estructurante del sistema socialista y una cierta apertura al capital extranjero más allá de lo que ya se había abierto en el sector turístico y farmacéutico».
• EEUU y el deshielo
Un punto importante al momento de hablar de Cuba es la relación con EEUU. Más aún con Donald Trumpde por medio. A propósito de esto, Puricelli señaló que «es claro que la situación es más tensa ahora que antes». Además, consideró que el cambio de Gobierno de Obama al actual presidente puede ser visto como «uno de los grandes tropiezos» en el esquema de cambio que imaginó Raúl Castro pero remarcó que «si la isla se hubiera sentido amenazada existencialmente probablemente el recambio presidencial y de autoridad tal vez no se hubiera dado».
Para el sociólogo, que la Asamblea Nacional no tenga a un Castro en el centro de la escena, es un síntoma de que Cuba «metabolizó el cambio y logró cumplir y continuar con el cronograma planeado».
Morgenfeld, en cambio, puso la mirada sobre la conexión que hay entre la postura del magnate estadounidense para con la isla y también con respecto al resto de Latinoamérica. «La política de Trump hacia Cuba quizás es el más ilustrativo y elocuente ejemplo de cómo el magnate piensa las relaciones con los países latinoamericanos», dijo y recordó que en apenas un año de Gobierno el presidente de EEUU arremetió con una retórica agresiva combinada con sanciones, denuncias y trabas a las relaciones. «Rodeado de referentes del anticastrismo, desplegó un agresivo discurso paternalista e injerencista. Luego, con la excusa de un ataque sónico, incrementó las sanciones contra la isla, dificultó los viajes de estadounidenses asestando un golpe al sector turístico y puso trabas a las inversiones y al comercio», sintetizó.
• Díaz-Canel y el futuro de Cuba
La asunción de Díaz-Canel como presidente de Cuba genera más incógnitas que certezas. El exvicepresidente primero de Raúl e integrante del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) desde hace más de dos décadas ahora es ahora la cabeza visible del Estado. Pese a ello, el traslado del poder a su figura no será total ya que el hermano menor de Fidel continuará al frente del Partido durante tres años más y será quien digite las mediadas a tomar.
Morgenfeld hizo hincapié en ello y más allá de lo que podría considerarse a simple vista, sostuvo que el cambio ocurrido este miércoles «no será tan brusco». «Si bien Raúl Castro deja de ser el Jefe de Estado, sigue presidiendo el Partido Comunista hasta 2021», sintetizó.
Para Puricelli «es muy difícil evaluarlo (a Díaz-Canel) antes de que el poder vaya acomodándose y le permita desplegar su personalidad», indicó. Pero, sostuvo que «lo que sí hay que decir es que en los últimos treinta años los hermanos Castro fueron promoviendo algunos cuadros políticos, algunos que se daban por sucesores seguros y no lo fueron como Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque».
Según el sociólogo, un punto que le jugó en contra a estos fue que para la mirada de los Castro se trataba de «líderes demasiado autónomos». En el caso de Díaz-Canel, el sociólogo dijo que «pareciera estar más imbuido del modelo que tiene en su cabeza Raúl Castro» por lo que «es razonable concluir que se abre paso por haber sido mucho más disciplinado y menos autónomo respecto de los Castro, que lo que amagaron con ser los dirigentes que siempre se pensó podría ser un reemplazo».
En 2013, Díaz-Canel emprendió una gira por China, Laos y Vietnam, países que transitaron la apertura económica -y transición al capitalismo-, manteniendo la centralización política. Al respecto, Morgenfeld señaló que «mientras que algunos imaginan que ese es el único camino posible, otros apelan a la histórica creatividad cubana para, aún en un contexto mundial difícil, una orientación socialista, un ‘modelo’ más autóctono, económicamente auto sostenido, ambiental y ecológicamente sustentable, que mantenga a Cuba a salvo de la restauración capitalista».
El cambio de mando en Cuba genera especulaciones. Lo cierto es que, aún con las pistas que viene dejando el modelo actual, es temprano para asegurar si el futuro de Cuba está en un modelo que continúe salvaguardando la importancia de la educación y la salud como puntales o si finalmente derivará en un ingreso a la fluctuante economía capitalista y derivar en un proceso totalmente nuevo para los cubanos.