A diferencia de lo que sucedió cuando el proyecto se trató en Diputados, en esta oportunidad los manifestantes «por las dos vidas» tienen muchas más personas en la plaza.
«No vine cuando sesionaron los Diputados, y vi que había mucha menos gente de la que yo pensaba que tenía que estar para oponerse a la ley. Por eso decidí venir esta vez», dice Milagros cerca de la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís, del lado en el que se concentran miles de manifestantes en contra de que el aborto, hoy conminado a la clandestinidad, sea legalizado.
Viajó 18 horas en micro desde Tucumán junto a varias amigas y permanecerá del lado celeste de esta tarde hasta que los senadores voten.
Esa decisión, la de estar en las inmediaciones del Congreso mientras sesiona la Cámara Alta a diferencia de no haber estado cuando los diputados le dieron media sanción al proyecto, multiplicó notoriamente la presencia de opositores a la legalización en la calle.
«Este era el paso definitivo en el tratamiento de la ley, había que estar acá», sostiene Mercedes, también de Tucumán.
Y suma: «Si una mujer decide abortar, ella decide correr los riesgos de que sea clandestino, la ley no la va a avalar, así que es un problema de ella. Para mí, todo embarazo debe continuar».
Roberto viajó en su camioneta desde La Pampa: «Pensé que no salía en Diputados, por eso no vine. Pero la hicieron avanzar así que vine para evitar esto que para mí sería una tragedia para el país», reflexiona.
Otra vara para saber que, esta vez, hay más gente que cuando sesionó Diputados del lado que se opone a la ley: hay más vendedores que aquel 13 de junio.
Ofrecen pañuelos celestes a 50 pesos, sándwiches de pollo a 40 pesos, choripanes a 60, banderas argentinas a 100 y alfajores Guaymallén a 10.
A diferencia de la jornada maratónica en la que se trató la legalización en la Cámara Baja, esta vez esos vendedores se han instalado con caballetes o gazebos: la mayor demanda y el pronóstico de lluvia los hicieron tomar esa decisión.
La cuadra de Hipólito Yrigoyen entre Entre Ríos y Solís se llenó de manifestantes en las primeras horas de la tarde, y alrededor del escenario principal también cientos de manifestantes apretujados.
Desde allí, con micrófono y a los gritos, alguien cantaba: «Se siente, se siente, la voz del inocente».
En esa cuadra se concentran, por ejemplo, unas cincuenta manifestantes que viajaron desde distintas localidades del cinturón industrial de Santa Fe -San Lorenzo, Granadero Baigorria y Rosario, entre otras- con placas de madera circulares que pintaron de celeste y a las que les pusieron dos elásticos en la parte trasera para poder pasar por allí su antebrazo.
«Son escudos para defender las dos vidas», explica Ana, una de ellas. Todas son parte de la comunidad evangélica Cristo Redentor. «Varias habíamos venido en la primera sesión y otras decidieron venir ahora para hacer más fuerza», suma.
En una de las carpas que se instalaron del lado celeste, se reúnen durante toda la jornada pastores evangélicos de todo el país.
Al pasar por enfrente se los escucha orar: «Por la vida del niñito por nacer», dice una pastora. Varios de sus colegas religiosos levantan las manos.
Desde la esquina de Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, alguien suelta globos celestes y blancos inflados con helio.
Al final de la ristra de globos, cuelga una gran cruz marrón. Todo junto delinea un rosario cristiano que sube y sobrevuela las cabezas.