Con las protestas de Hong Kong de fondo y la venta de cazas a Taiwán, se recrudece la guerra comercial entre Estados Unidos y China. A partir del 1 de septiembre y del 15 de diciembre, Pekín impondrá aranceles del 5 y del 10% a importaciones estadounidenses por valor de 75.000 millones de dólares (67.315 millones de euros).
Entre los 5.078 productos afectados por dichas tasas destacan, además del petróleo sin refinar y las pieles de animales, importantes artículos agroalimentarios como la soja, la ternera, el cerdo, los cacahuetes, el marisco, el pollo, la fruta y la verdura.
Para dañar al presidente Trump, el régimen chino castiga así a los agricultores y ganaderos estadounidenses, que son uno de sus graneros electorales.
Estos aranceles son una respuesta a su intención de gravar con un 10% importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares(269.000 millones de euros), que Trump anunció hace unos días en dos fases: septiembre y diciembre.
Con su habitual astucia, las autoridades chinas han hecho lo mismo para la entrada en vigor de sus aranceles. A la espera de ver qué productos se incluyen en la primera ronda, eso les permite un margen para seguir negociando mientras adoptan una postura de fuerza de cara a sus próximas conversaciones.
Unilateralismo
«La imposición de aranceles adicionales de China es una respuesta forzada al unilateralismo de EE.U. y su proteccionismo comercial», justificó ayer en un comunicado la Comisión de Tasas Aduaneras del Consejo de Estado (Gobierno), según informa la agencia estatal de noticias Xinhua.
A pesar de las críticas, Pekín insiste en que «la cooperación es la única opción correcta para China y EE.UU.», confiando en que «resolverán sus diferencias de manera aceptables para ambas partes sobre la premisa del respeto mutuo, la igualdad, la buena fe y la consistencia de las palabras y los hechos».
Además, Pekín volverá a imponer a partir del 15 de diciembre las tasas del 25 y 5% que antes gravaban las importaciones de coches estadounidenses y sus componentes, que eliminó a principios de este año como gesto de buena voluntad en las negociaciones.
Aunque Trump y el presidente chino, Xi Jinping, acordaron una tregua a la guerra comercial en la cumbre del G-20 en Japón a finales de junio, las conversaciones entre ambas partes se han reanudado sin llegar a acercar posturas.
En este clima de desencuentro, los aranceles anunciados recientemente por Trump se han visto en China como una nueva afrenta. A ella se suman sus declaraciones condicionando la guerra comercial a una solución pacífica para las protestas de Hong Kong, un asunto interno para Pekín, y su última venta de cazas a Taiwán, la isla independiente «de facto» pero reclamada por el régimen.
Tras el anuncio de los aranceles, Trump se apresuró a responder ayer por Twitter criticando de nuevo a China y da «orden a las grandes empresas americanas que empiecen inmediatamente a buscar alternativas, incluyendo traer las fábricas a casa y hacer sus productos en EE.UU.».
Reproches de EE.UU.
No fue el único ataque del mandatario estadounidense al gigante asiático. Trump aseguró que «responderá» en breve a los aranceles chinos y acusó al gigante asiático de haber robado a su país «cientos de millones de dólares» mediante la apropiación indebida de propiedad intelectual.
«No necesitamos a China y, francamente, estaríamos mucho mejor sin ella.
La vasta cantidad de dinero obtenido y robado por China a Estados Unidos, año tras año, durante décadas, debe acabar y lo hará», añadió el mandatario estadounidense.
Por último, Trump exigió a las principales empresas de mensajería del país -FedEx, Amazon, UPS y el Servicio Postal de EEUU- que comiencen a «localizar y rechazar» cualquier envío procedente de China que contenga fentanilo, un analgésico sintético 50 veces más potente que la heroína y que generalmente llega a EE.UU. desde el país asiático.
«El fentanilo mata a 100.000 estadounidenses cada año. El presidente Xi (Jinping) dijo que esto iba a terminar, pero no fue así», lamentó Trump.