Si bien la denuncia de abuso sexual de la sobrina del senador tucumano José Alperovich da cuenta de una de las formas más extremas de violencia en el ámbito político, el 90% de las mujeres percibe haber sufrido algún tipo de violencia en el ámbito político, según reveló un informe denominado No son las reglas, es violencia, elaborado a partir de una encuesta realizada entre militantes y dirigentes de partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales.
La investigación identificó cinco formas de violencia: económica, psicológica, simbólica, física y sexual. La encuesta de 47 preguntas abiertas y cerradas fue realizada entre octubre y noviembre de 2018 a 517 entre mujeres de todo el país por parte de dos investigadoras, Agustina Gradin, doctora en Ciencias Sociales de la UBA, y Karina Iummato profesora de Antropología de la UBA, bajo la dirección de la docente Lorena González, integrante de la Fundación Fundeco, cuya titular es la diputada Victoria Donda.
La investigación es una continuación del informe elaborado Multiparty Office de la Fundación Westminster para la Democracia: «Violencia contra las mujeres en política: aproximaciones al caso Argentina”, realizado en 2018.
“A partir de esas entrevistas pudimos construir indicadores y datos duros. Nos dimos cuenta de que no había percepción de lo que les estaba pasando era violencia. El ámbito de la política es uno de los que esas cosas pasan pero no está visibilizado”, explicó Iummato.
El libro-informe fue presentado el 10 de octubre y las investigadoras cuentan que a partir de entonces las comenzaron a convocar desde organizaciones y sindicatos para trabajar el tema. El texto se encuentra disponible en internet para su uso y difusión.
Entre los distintos tipos de violencia en el ámbito político que identificaron las investigadoras la más clara es la violencia física: se emplea contra el cuerpo de la mujer así como sus familiares y allegados, comprometiendo a fin de impedir o restringir sus derechos políticos. Entre las principales manifestaciones de violencia física están las presiones para que renuncien a su cargo o el impedimento para que asuman su cargo, el aislamiento, el acoso y hostigamiento laboral.
En tanto, la violencia psicológica es una de las manifestaciones más comunes de la violencia machista en el ámbito político. Pero al igual que la económica y la simbólica, está naturalizada y por lo tanto es la más difícil de denunciar por las mujeres.
Este tipo de violencia implica deslegitimar a la mujer como actor político, socavando su confianza y pleno desarrollo personal mediante comportamientos hostiles y abusos, a fin de causar miedo o daño emocional. Su objetivo es desalentar la participación política de las mujeres. Las manifestaciones más comunes son la distribución desigual del trabajo político, la exclusión de la toma de decisiones, la retención de información, la distribución desigual del uso de la palabra en los debates, no ser convocada a reuniones o la invisibilización de sus propuestas.
Una de las peores formas de violencia en el ámbito político es la sexual, que implica actos sexuales o intentos de actos sexuales por coerción, incluyendo comentarios, insinuaciones sexuales no deseadas y chantaje. La violencia económica también es una forma extendida y sus manifestaciones son los comportamientos coercitivos para controlar el acceso a los recursos económicos.
También la violencia simbólica es una de las más reconocidas entre las militantes y dirigentes de distintas organizaciones. Implica la reproducción de relaciones de dominación, discriminación y desigualdad de género a través de patrones estereotipados, imágenes, discursos, iconos, que afecta a las mujeres como colectivo.
Una de las formas más comunes es la utilización de propaganda política basada en discriminaciones de género, el maltrato en las redes sociales y medios de comunicación, las calumnias, la difamación, la utilización de la imagen personal como forma de menospreciar y la difusión de información personal para dañar su imagen.
Las tapas de la revista Noticias en las que se sexualizaba a la ex presidenta Cristina Fernández o las agresiones sufridas por la flamante joven legisladora Ofelia Fernández en las redes sociales son la evidencia de estas prácticas machistas.
Las encuestadas contaron sus experiencias y entre las principales expresiones de violencia surgen la invisibilización de propuestas, opiniones y proyectos o la distribución desigual del trabajo político y del uso de la palabra.
Pero también están aquellas formas más sutiles que son más difíciles de identificar a la hora de militar, como la falta de apoyo para la organización del tiempo familiar con el político, imposición de horarios de las reuniones y de los actos políticos que no contemplan las realidades de las mujeres con tareas de cuidado familiar.
También se identificaron como formas recurrentes de violencia la falta de apoyo con recursos económicos para el desarrollo político, la utilización de la propaganda política basada en discriminaciones de género, la utilización de la imagen personal como forma de menospreciar a la mujer, las bromas hirientes basadas en el género, comentarios misóginos, el maltrato en las redes sociales y medios de comunicación, el desprecio frente a sus opiniones, la ridiculización, la falta de convocatoria a las reuniones y actividades, la retención de información, la difusión de información personal para dañar su imagen, dañar sus materiales de campaña y sabotaje de actividades, agresiones verbales, el impedimento a asistencia y/o el uso de la palabra en reuniones/debates políticos, acoso y/o hostigamiento sexual, chantaje sexual para poder acceder a lugares de poder, contacto físico no deseado, el miedo a ser abusada, las amenazas físicas a su persona, las amenazas a familiares y amigos, agresión física, abuso sexual directo por parte de sus pares varones o superiores.