i la novedad no la hubieran usado ya Carlos Marx y Federico Engels en el arranque de su “Manifiesto Comunista” de mediados del Siglo XIX, ellos podrían asegurar que un fantasma recorre la política argentina y es el fantasma del evangelismo.
La última Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina la hizo el Conicet poco antes de declarada la pandemia. Ese trabajo sostiene que “el catolicismo disminuye, aunque conserva una mayoría atenuada” de 62,9%; que 18,9% de los encuestados se declaran “sin religión”, y que los evangélicos llegan a 15,3% y su número está “en crecimiento”. A ellos les gusta redondear para arriba, en el 20%. Pero sea como sea, el anclaje del evangelismo pentecostal en los barrios –sobre todo los más populares, de clase media-baja y baja- se ha vuelto extendido, profundo y cotidiano en las últimas tres décadas.
El kirchnerismo primero y el macrismo después, fueron en busca de esos millones de votos cuando sus respectivos espacios carecían de fuerza electoral propia. Los K vieron el potencial de esa influencia en el post 2001, cuando el eje de la problemática nacional estaba puesto en el desempleo, la pobreza y el estallido social. Los macristas más conservadores se encontraron con los evangélicos en su desencanto con Cristina Kirchner y en las movidas de los pañuelos celestes contra el aborto.
Pero esas alianzas coyunturales no les dieron la representación que esperaban y, para las elecciones de 2019, decidieron romper con el PRO y presentar fórmula propia, postulando a la militante cristiana evangélica Cynthia Hotton como candidata a vice del ex veterano de Malvinas Juan José Gómez Centurión. Sacaron más votos que el mediático economista José Luis Espert y no fue poco, considerando la extrema polarización de una presidencial.
Ahora, Cynthia Hotton está recorriendo el país de nuevo, ya cerró acuerdos en Mendoza y en Córdoba, quiere coordinar esfuerzos con el movimiento celeste santafesino que se consolidó con Amalia Granata y aprovechó este fin de semana largo para circular por los municipios de la costa bonaerense.
Le pregunté si, esta vez, están yendo a definir un perfil político nítidamente evangelista:
“Sí, se está hablando mucho del tema de los evangélicos en política. Yo lo que creo es que, en realidad, hay una sub representación de los evangélicos en el ambiente político y, en realidad, en muchas áreas de la sociedad. Por ejemplo, nosotros, que soy parte de la comunidad evangélica… Si vos decís: somos el 20% de la población, bueno, por ejemplo, en la Cámara de Diputados que representa a sectores de distintos orígenes de nuestra población, por qué no pensar en un 20% de representantes que sean evangélicos. No por representar a la comunidad evangélica en sí, sino como ciudadanos argentinos, desde la pluralidad… ¿Cuántos evangélicos hay en la Cámara? Dos. Hay dos sobre doscientos cincuentipico, o sea, menos del 1 por ciento”.
Hotton llegó a la política nacional como diputada de la mano de Recrear, el partido pre macrista de Ricardo López Murphy y Esteban Bullrich. Dice que todavía ni López Murphy ni Espert la llamaron para coordinar fuerzas y eventualmente sumarla a la “gran PASO de toda la oposición” que quieren hacer. Y ella no se muestra desesperada por llamarlos ni mucho menos.
Cree que no habrá un 2023 exitoso para la oposición si insiste en rejuntarse sin un programa común que entusiasme a la sociedad. Dice que la cuestión no es ganar, que la experiencia demostró que no cumplir y gobernar mal frustra expectativas. Coincide en que “el kirchnerismo debe perder”, pero entendió que con eso no alcanza y que la dispersión opositora debería resolverse promoviendo liderazgos locales de base.
Entonces le pregunto por el liderazgo de Mauricio Macri:
“Macri ya tuvo la oportunidad. Ya fue presidente. Hizo un gran esfuerzo, él y su gente. Pero no bajaron los niveles de pobreza, no bajó la inflación, tenemos más deuda externa. Eso es lo que nos dejó. Entonces, ¿por qué le vamos a dar otra oportunidad?”.
Veremos cómo le va. Por lo pronto, la oposición se sigue dispersando. Y Hotton jura que es un mito aquello de que los evangelistas están llenos de plata y representan la consagración del poder regional de las iglesias pentecostales brasileñas.