De esta increíble campaña electoral que ha dividido literalmente a Brasil en dos por primera vez, quedará como imagen simbólica la del último debate televisado entre el presidente Jair Messias Bolsonaro y su contrincante Luiz Inácio Lula da Silva.
Transmitido por la principal cadena de televisión brasileña, Globo, ambos se presentaron ante millones de brasileños pegados a sus pantallas como dos personajes arquetípicos que habían llegado, cada uno con sus propias ideas, para salvar a Brasil. Lula quiso encarnar el papel del pacificador, del que devolverá la paz y el amor incluso entre los partidos en un país “desgarrado por el odio”, como ha repetido a menudo en esta campaña electoral. Bolsonaro, en cambio, se ha postulado como el patriota, el presidente todo ‘Dios, patria y familia’, que en este debate, según ha convenido su equipo de campaña, ha jugado al todo o nada. Y que una vez terminado el enfrentamiento con Lula, dijo en una entrevista con TV Globo que no impugnaría el resultado de las elecciones. “Quien consiga más votos será presidente”.
En el medio estaban los espectadores-votantes deseosos de entender a quién merecía realmente la pena votar el domingo, aunque los temas debatidos fueran los mismos que en el primer debate entre ambos tras la primera vuelta, el pasado 16 de octubre.
Los últimos sondeos, de hecho, confirman un ajustado cara a cara en la votación del domingo con el riesgo de sorpresas. Según la encuesta de Datafolha publicada este jueves, Lula tendría el 53% de los votos válidos y Bolsonaro el 47%, mientras que los indecisos o los votos en blanco o nulos representarían el 7%. El sondeo Modalmais/Futura publicado unas horas antes del inicio del debate daba al actual presidente el 50,3% de los votos válidos y a Lula el 49,7%, con cerca de un 6% de indecisos o de votos en blanco y nulos. Según la campaña de Lula, el debate de Globo fue una oportunidad para convencer a los votantes de participar en las elecciones del próximo domingo. La reducción de la abstención puede ser decisiva en un escenario en el que la polarización contra Bolsonaro se ha hecho más intensa en esta segunda vuelta.
Jair Bolsonaro y Lula da Silva en el último debate (REUTERS/Ricardo Moraes)
Por eso el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) defendió el voto y animó a los más pobres a acudir a las urnas mediante el transporte gratuito liberado por el Tribunal Supremo (STF) en esta segunda vuelta. “Quiero dejar un mensaje de esperanza para que la gente vaya a votar. Este país puede dar un resultado cuando se gobierna bien”, dijo Lula al llegar a los estudios de televisión, y añadió que en su gobierno “la gente estaba alegre”.
Nada más comenzar el debate, Lula respondió a Bolsonaro que había salido sorteado para hacer la primera pregunta, que no había venido a hablar con el presidente “sino con el pueblo brasileño”, una línea que mantuvo durante las dos horas de emisión en directo, dirigiéndose a menudo a los espectadores mirando a la cámara. Una elección que marcó inmediatamente la polarización del debate y un clima cada vez más tenso. A fin de cuentas Lula llegó al debate después de una apretada sesión de entrenamiento con su coordinador de campaña Edinho Silva e incluso con el ex ministro de comunicación social Franklin Martins.
El primer tema tratado fue la economía, es decir el salario mínimo, las pensiones y el Auxilio Brasil, un subsidio de 600 reales, unos 110 dólares, que se otorga a más de 53 millones de brasileños en situación de pobreza. Lula acusó al actual gobierno del plan de desindexar el salario mínimo y el fin de la deducción del gasto en educación y salud en el impuesto a la renta. Ambas propuestas fueron aireadas por el ministro de Economía, Paulo Guedes, y posteriormente desmentidas por el Gobierno.
Pero rápidamente se pasó a los insultos, con Lula acusando al presidente de ser un mentiroso. “La gente sabe que usted ha prometido muchas cosas que no ha cumplido”, arremetió contra el presidente, “usted ha mentido 6498 veces” y Bolsonaro dirigiéndose al “padre de los pobres” lo acusó a su vez de ser “mentiroso y bandido”.
El debate siguió calentándose cuando el Jefe del Ejecutivo introdujo el tema de la corrupción. Como en el primer debate, Bolsonaro fue acompañado en los estudios de la televisión en Río de Janeiro por el senador recién electo Sergio Moro, el juez símbolo de la operación Lava Jato que destapó la mayor red de corrupción de Brasil y llevó a la detención de Lula en 2018. Al ser interrogado sobre el tema, Lula trató de desviar la respuesta acusando a su vez a Bolsonaro de corrupción hablando de las más de 50 propiedades que el presidente y sus familiares habrían comprado con dinero en efectivo. “Tiene 35 juicios y seis son penales. Un fiscal pronto vendrá por ti. Prepárate”. “Deberías estar en la cárcel” le respondió Bolsonaro “¿Qué le enseñas a los jóvenes brasileños, que el crimen paga?”
Y la corrupción también entró en el tema de la política exterior cuando Lula dijo que Bolsonaro no está invitado a ningún sitio en el extranjero y le preguntó: “¿Quieres seguir aislado peor que Cuba?” La reacción del presidente fue inevitable, ya que acusó a su contrincante de dar 1.000 millones de dólares precisamente al gobierno cubano para construir puertos. “¿Qué pidió como garantía? Puros. Su política exterior es con Cuba y con Maduro, el dictador de Venezuela”.
La cuestión de la censura de la emisora Jovem Pan, que por decisión del Tribunal Superior Electoral (STE) ya no puede hablar de los antecedentes penales de Lula, también puso en primer plano el tema de la corrupción. Para Lula no se trataría de una censura, sino de una petición de “isonomía” y de derecho de réplica.
Inevitable fue, pues, la referencia al ex diputado Roberto Jefferson, del Partido Laborista Brasileño (PTB), que bajo arresto domiciliario disparó contra la Policía Federal que había acudido a detenerlo por ofender a la jueza del Supremo Tribunal Federal (STF) Carmen Lucia. “Es tu pistolero”, dijo Lula mirando a Bolsonaro quien inmediatamente contraatacó diciendo que Jefferson hizo estallar el gobierno de Lula al revelar el escándalo del Mensalão en 2005.
Simpatizantes de Lula observan el debate (REUTERS/Ueslei Marcelino)
La pobreza fue el tercer gran tema de la noche, aunque los expertos se preguntaron cuánto podría cambiar el voto de los indecisos. “¿Porqué hay 33 millones de personas que no tienen nada que comer?”, preguntó Lula. “Hay gente que pasa hambre pero basta con inscribirse al Auxilio Brasil para conseguir los 600 reales de ayuda”, fue la respuesta de Bolsonaro, que durante todo el debate trató de destacar los datos positivos de la economía de su presidencia, gracias a “un gobierno de prosperidad”. “¿Prosperidad para quién? Tal vez para la familia Bolsonaro”, rebatió Lula.
Bolsonaro fue más astuto, eligiendo el tema de la constitución, para llevar la atención del debate a las invasiones del Movimiento de los Sin Tierra (MST), desde siempre un ala radical del Partido de los Trabajadores (PT). El objetivo era claramente convencer a los agricultores de Minas Gerais, uno de los estados clave, junto con Río de Janeiro y Sao Paulo, decisivos para la votación del domingo. “Entregué 420.000 títulos de propiedad, de los cuales el 80% eran mujeres. Usted, en contra, utilizas a la gente para llevar el terror a los campos”, arremetió Bolsonaro contra Lula.
Esta vez el gran ausente fue el tema de las “costumbres morales”, es decir, el aborto y el género, que tanto animó la campaña del presidente en las redes sociales. Sólo unas cuantas acusaciones mutuas. “Lula eres un abortista convencido”. “No, mi mujer Janja y yo estamos en contra”, respondió el ex presidente. Sin embargo, se dio más espacio al tema de la pandemia, con Lula acusando al gobierno de Bolsonaro de no responder rápidamente a la emergencia COVID-19. “Si pudiste tener la vacuna, tienes que agradecerme”, respondió el presidente. El petista acusó a Bolsonaro de no visitar los hospitales durante la pandemia ni solidarizarse con las víctimas. Bolsonaro respondió que el país hoy está “mucho mejor” que antes de la pandemia y acusó a los gobiernos petistas por gastar millones en los estadios del Mundial en vez de invertirlos en sanidad, agregando: “Ustedes cerraron 40.000 camas”.
Hasta el paso en falso de Lula al elogiar el proyecto Mais Médicos en su gobierno, es decir, el uso de médicos cubanos enviados por el gobierno de La Habana, un proyecto en realidad muy criticado y objeto de un juicio en curso en Miami por trabajo esclavo.
El candidato del PT mencionó también una compra sospecha de Viagra por parte de las fuerzas armadas durante el gobierno de Bolsonaro. Inmediatamente, el presidente explicó que el medicamento curaría los problemas de próstatase y le preguntó a Lula si lo usa.
Los últimos momentos del largo directo fueron dedicados al crimen organizado, la violencia y las armas, con Bolsonaro acusando a Lula de favorecer al principal grupo criminal de Brasil, el Primer Comando Capital. Por su lado, Lula dijo que quería reiniciar la campaña de desarme de su anterior gobierno. “Distribuiremos libros”, añadió.
Durante el debate los dos candidatos repitieron a menudo los mismos conceptos y frases, prefiriendo la técnica memorizada de una estrategia de comunicación a la espontaneidad. En resumen, Lula y Bolsonaro saludaron a los votantes con mucha retórica, poca información nueva, los mismos temas ya utilizados en otros debates como el del medio ambiente y ninguna referencia a cómo podrían financiarse sus programas en el futuro. Probablemente aumentaron los insultos mutuos en comparación con el debate anterior, porque por norma de la Globo esta vez ninguno de los participantes podía tocarse y descargar así la tensión. Por la emoción Bolsonaro se equivocó y al final pidió ser confirmado como ‘diputado federal’ en lugar de presidente, salvo que inmediatamente se corrigió.