A pesar de la ideología negacionista, las evidencias científicas han mostrado que la amenaza del cambio climático es real. Tanto que el año pasado 195 países se pusieron de acuerdo para firmar un importante pacto para tratar de evitar un escenario de sequías, hambre y catástrofes naturales: el Acuerdo de París.
Aunque el tratado marcó un hito sin precedentes, la dificultad de mantener un equilibrio entre países pobres y ricos y entre economía y emisiones de gases de efecto invernadero llevó a que el compromiso se quedase corto.
Los expertos temen que el Acuerdo de París no baste y que la temperatura media de la Tierra aumente más de dos grados centígrados este siglo, en comparación con las temperaturas pre-industriales, unos niveles de cambio que se consideran superiores al margen mínimo de seguridad necesario para evitar las consecuencias más nefastas del calentamiento global.
Según en estudio publicado este lunes en Nature Climate Change, el panorama es incluso más desalentador. Investigadores de la Universidad de Washington han concluido que hay un 90 por ciento de probabilidad de que a finales de este siglo la temperatura media haya aumentado entre 2 y 4,9 grados centígrados.
En concreto, han deducido que el aumento de temperatura media rondará los 3,2 grados. Estas previsiones superan con creces el límite de dos grados de subida que marcó el Acuerdo de París.
«Los daños por meteorología, sequías, temperaturas extremas y el aumento del nivel del mar serán mucho más severos si se permite que las temperaturas aumenten dos grados o más», ha explicado en un comunicado Dargan Frierson, coatuor del estudio.
«Nuestros resultados muestran que es necesario hacer un drástico cambio de curso si se quieren conseguir los objetivos de solo aumentar la temperatura en 1,5 grados –el objetivo ideal del Acuerdo de París–».
Las predicciones elaboradas por los investigadores y hechas con herramientas estadísticas han mostrado que la probabilidad de llegar al mejor escenario posible, y no llegar a un aumento de temperatura de 1,5 grados, es minúscula: del uno por ciento.
Parece un poco más posible no superar los dos grados, pero esta probabilidad es apenas del cinco por ciento. Lo que ocurrirá, según ha concluido este estudio, es que el incremento de temperatura estará entre los 2 y los 4,9 grados con un 90 por ciento de probabilidad. Incluso aunque todas las emisiones de gases de efecto invernadero se detuvieran inmediatamente, en 2100 las temperaturas serían 1,3 grados superiores, según estos pronósticos.
«Nuestros resultados muestran que el objetivo de limitar el aumento de temperatura a los dos grados es realmente muy optimista», ha explicado Adrian Raftery, el primer autor del estudio. «Se puede alcanzar, pero solo con grandes esfuerzos en todos los frentes y durante los próximos 80 años».
Economía versus Tierra
Estas predicciones se han elaborado con simulaciones por ordenador y, sobre todo, con observaciones directas del clima del planeta. Por ejemplo, los científicos han tenido en cuenta la capacidad de los océanos para absorber dióxido de carbono, un importante gas causante del calentamiento global, el balance energético del planeta o la contribución de las partículas finas en la atmósfera.
Aparte de esto, los investigadores han tenido muy en cuenta el desarrollo industrial de los países. Los científicos usaron datos acumulados durante 50 años para crear varios escenarios en función del producto interior bruto (PIB), el crecimiento de la población o la «intensidad de carbono», un parámetro que calcula la cantidad de dióxido de carbono emitido por cada dólar producido en la actividad económica. En conjunto, trataron de predecir qué ocurriría si las cosas siguieran como hasta ahora o si los países hicieran esfuerzos serios por dejar de quemar combustibles fósiles.
«En resumen, los objetivos del Acuerdo de París son ambiguos pero realistas», ha opinado Raftery. «La mala noticia es que no parece que vayan a ser suficientes para mantener el aumento de temperatura por debajo del grado y medio».
Según análisis previos hechos por Raftery, a finales de este siglo la población mundial rondará los 11.000 millones de personas. Esto no tendrá tanto impacto, porque la mayor parte del crecimiento ocurrirá en África, un continente que en comparación con otros quema pocos combustibles fósiles.
Los autores de este estudio han concluido que el factor más importante será la «intensidad de carbono», ese parámetro que mide la cantidad de dióxido de carbono emitido en comparación con la actividad económica. Este parámetro mejora a medida que la tecnología se hace más eficiente y emite menos polución, por ejemplo gracias al uso de mejores motores o filtros. Por eso, según Adrian Raftery, la velocidad con que aumente esta eficiencia será clave a la hora de determinar cómo de malo será el cambio climático. Pero de nada servirá si los países no se comprometen a usar esas mejoras tecnológicas y a tratar de reducir las emisiones.