Con el último aliento, cuando todo parecía perdido y una nueva frustración brillaba en el horizonte, Independiente torció su suerte en la jugada final y se metió en 16avos de final de la Copa Sudamericana. Un jugadón del pibe Velasco culminado por Bustos a los 93 sentenció el 1-2 definitivo en Fortaleza y, gracias al valor doble del gol como visitante, le dio una sonrisa al sufrido Rey de Copas.
La primera imagen, con el equipo metido en campo contrario y Togni desbordando para provocar una falta que Felipe Alves le tapó a Leandro Fernández, fue apenas un espejismo. El Independiente de estos tiempos de vacas flacas se asume endeble y encara los partidos con el complejo de inferioridad rondándole el subconsciente. Bastó que el conjunto brasileño enhebrara un par de jugadas para que el Rojo diese un par de pasos atrás, más deseoso de que los minutos transcurrieran sin novedades que de buscar con decisión el área de enfrente.
Logró su objetivo durante el primer cuarto de partido, donde salvo una gran atajada de Campaña ante David no pasó excesivos sustos, pero le faltó en ese lapso una mayor precisión con la pelota. Todo lo que Fernández y Braian Romero aportan con su voluntad lo despilfarran por apresuramiento, imprecisión y malas decisiones; Domingo Blanco tiende a trasladar más de la cuenta, Togni naufraga en la intrascendencia y Silvio Romero se pierde en la desesperación. Carece el equipo de quien simplifique el camino jugando a uno o dos toques, y la suma de defectos conspira contra cualquier idea de ataque eficaz y las pérdidas constantes acaban por cederle la iniciativa al contrario.
Fortaleza también está lejos de ser un gran equipo. Sus centrales muestran cierta torpeza para salir jugando, tiene dificultades en la recuperación si el adversario logra enlazar varios pases seguidos, pero lo que hace con la pelota intenta hacerlo con pulcritud y paciencia, aunque tampoco le sobre talento creativo. Le gusta manejarla y la traslada con criterio buscando desacomodar al rival hasta dejar mano a mano con sus marcadores a alguno de sus veloces y hábiles ocupantes de las dos bandas.
Gabriel Días había amenazado un par de veces por la derecha, tal es así que Pusineri retrasó a Togni a la posición de lateral, armando una línea de cinco defensores con Silva como tercer central. Pero el peligro estaba del otro. Osvaldo, cuyas virtudes quedaron a la vista en Avellaneda, le ganó la espalda a Bustos y complicó en la primera que tuvo. La siguiente, a los 25, concluyó con una torpe falta del lateral adentro del área. Juninho cambió el penal por el gol que igualaba la serie.
El 1-0 no alteró el desarrollo. Continuó Fortaleza con su estrategia: calma para progresar y llegada por afuera para lastimar. El puntero izquierdo Osvaldo se hizo imparable en el segundo tiempo. Más inconstante, Romarinho puso su cuota del otro lado y el local fue insinuando peligro en cada aproximación a Campaña.
Independiente puso el alma para no dejarse arrastrar. Ya sea a través de la salida rápida tras una recuperación en mitad de cancha o con alguna subida masiva quiso provocar el ida y vuelta, pero el acoso de Fortaleza se hizo cada vez más ostensible. Hasta que a los 78, Marlon clavó contra un palo un preciso centro atrás de Gabriel Días y puso una ventaja que parecía definitiva.
Pusineri quemó entonces las naves con Cecilio Domínguez, Roa y Velasco, y fue el pibe de 17 años quien armó a los 93 la jugada a pura gambeta que Bustos prolongó al gol, rebote en un defensor mediante. La historia también se escribe con suerte. Quizás el conflictuado Independiente haya logrado torcer la suya en la ardiente noche de Fortaleza.