No serán muchos los privilegiados que puedan presenciar el insólito superclásico a jugarse en la capital española. La crisis económica pega fuerte, el sueldo no alcanza, mucho menos pagar un dineral por un viaje que no estaba en los planes de nadie: ir a Madrid para la final de la Copa Libertadores.
Sin embargo y aunque no sean demasiados, siempre hay gente con plata para poder cumplir los deseos más difíciles.
Está claro, entonces, que la enorme mayoría, el 98% de los hinchas que tienen Boca y River en el país, verán la esperada final por televisión. Acompañados por familiares o por amigos, en las innumerables peñas que los dos colosos tienen diseminadas por la Argentina y por otros lugares.
Algunos cumplirán sus cábalas una vez más, otros rezarán pidiendo la victoria y también estarán los que quieran ganar bajo cualquier condición y en cualquier situación para evitar la humillación de la derrota, los días siguientes al partido y las cargadas, las bromas, los llamados telefónicos, las redes sociales y el vecino de abajo o el que vive a la vuelta y es hincha de los otros.
En el medio estará la mitad del país que no simpatiza ni con Boca ni con River, que más bien los quiere poco, porque siempre han representado el poder y la discrecionalidad para poder conseguir sus objetivos.
Algunos verán el partido como reales neutrales, otros tomarán partido de acuerdo a situaciones del momento. Pero en general, cuando se haya producido el desenlace y ya la Argentina tenga oficialmente un campeón y un subcampeón continental, estará listo en sumarse a las redes sociales o a la cargada en la oficina o en la facultad o en el colectivo al que sea hincha del que quedó segundo. Subcampeón.
Es que la enorme mayoría de los argentinos no queremos perder. No aceptamos la derrota ni cuando la merecemos.
Queremos ganar, pero primero que nada es salvar el punto y si se juega a suerte y verdad vencer aunque sea medio a cero. No aguantamos que nos carguen, que nos den de tomar la misma medicina que nosotros hemos aplicado tantas veces en los vencidos. Son más de tres décadas cantando el lamentable “Vos sos de la B…” o el “No existís, no existís, fulano no existís…” que nos lo hemos creído.
Somos el único país futbolero importante del planeta en donde importa más ganar para zafar de las bromas y burlas que porque jugamos mejor o porque queremos festejar. En todo caso, le dedicaremos un 20% de los cantitos al “dale campeón” o “soy de River…” o “soy de Boca…” que a pedir el minuto de silencio, o “es para vos, es para vos, gallina p…/bostero p…la pqtp”. Tenemos el chip cambiado y no parece que haya manera de corregirlo.
Mientras tanto, los medios audiovisuales nos bombardean con el megaclásico, la batalla final, el choque de los planetas, la final más importante del mundo, el partido de la historia, el fin de la rivalidad porque quien gane será el vencedor definitivo y bla, bla, bla.
Las propagandas y los mayores auspiciantes se suben al mismo tren y nos taladran la cabeza con la misma cantinela, haciéndonos sentir que somos estúpidos porque no somos hinchas de ninguno de los dos. Caramba, deberíamos serlo. ¿O es que hay que Boca y River en el fútbol argentino? Claro, existen otros equipos. No todos los que no son de River son necesariamente de Boca…
La Copa Libertadores está muy cerca de llegar a su sexagésima edición, porque la primera se disputó en 1960.
Se definirá este domingo el campeón número 59 y la Argentina es quien más Copas levantó a través de ocho equipos (Independiente 7, Boca 6, Estudiantes 4 y River 3, Vélez 1, Racing 1, Argentinos Juniors y San Lorenzo 1 cada uno). Son 24 títulos ganados contra 18 de los equipos brasileños, ocho de los uruguayos, tres de los colombianos, tres de los paraguayos, un cuadro chileno y otro equipo ecuatoriano.
Ni Perú, ni Bolivia, ni Venezuela han ganado la Libertadores. O sea que los clubes argentinos se quedaron con el 41,3% de las Copas, Boca lo hizo en siete ocasiones lo que representa el 10,3% de las Libertadores y River, que se llevó tres trofeos, lo logró en el 7% de los certámenes.
O sea que cuando desde las pantallas nos pretenden decir que“River está obligado a ganar la Copa” o que “Boca tiene un único objetivo y lo debe lograr: la Libertadores” nos están mintiendo una vez más. Si los dos colosos argentinos se han quedado solamente con 10 de las 58 Libertadores en juego, semejantes palabras llevan al ridículo.
Y un segundo puesto en una final continental, no puede ser un resultado humillante ni determinante del futuro. Quien gane lo festejará a lo grande (burlándose sobre todo de su clásico rival vencido) y quien pierda, aunque fuera por penales o en tiempo suplementario o con un gol en posición adelantada que nadie vio, tendrá que esconderse para escaparle a la cargada, la burla y la agresión continua.
Tantos errores cometimos, tan mal evolucionamos dentro de nuestro fútbol, que estas cosas parecen muy arraigadas y con nulo pronóstico de modificaciones en corto tiempo. Nos han cercado los frustrados, los rencorosos, los resentidos, los humilladores profesionales y amateurs, que disfrutan más la derrota del rival que la victoria propia. Lamentablemente.
* Por Alejandro Fabri