San Antonio perdió 4-0 la final del Oeste ante Golden State y Manu se tomará entre tres y cuatro semanas para definir su futuro.
La caminata hacia el banco lo encuentra colmado del afecto de ese público al que él, entre varios otros, le cambió la vida para siempre.
Ahí se va el tipo que mantuvo en pie la hidalguía y la competitividad que caracterizó a San Antonio contra el inobjetable primer finalista de la NBA. Hay un agradecimiento a cuenta y una ovación por las dudas.
El 129-115 a favor de Golden State hace que se termine la temporada del conjunto que conduce Gregg Popovich, pero tal vez le haya puesto fin a algo más importante que una campaña: la carrera del mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos, la trayectoria del hombre al que muchos, incluso, postulan como el mejor deportista que haya nacido en tierras albicelestes.
Con el adiós de los Spurs en la final de la Conferencia Oeste, queda una certeza: no habrá más Emanuel David Ginóbili en lo -poco- que queda de temporada.
Pero queda, también, la mayor de las incógnitas: ¿habrá Manu en el próximo campeonato?.
Falta poco más de una hora y media para que comience el partido y el entrenador, a estas alturas un padre/compinche, conversa con los periodistas en la habitual rueda previa. Llega la pregunta sobre el argentino, claro, y él responde que “con su competitividad ejemplar, es el corazón y el alma del equipo”.
Pero no se queda ahí. Compara su comportamiento y su personalidad con la de algunos hombres que dejaron cierta huella en el mundo del básquetbol: Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Kobe Bryant. “Tiene la actitud que ellos tenían, juega con el mismo fuego”, dice.
En las palabras de uno de los entrenadores más grandes de todos los tiempos, Ginóbili se empareja con cuatro jugadores que podrían estar entre los cinco mejores de la historia. Y el coach va todavía más allá del mero reconocimiento deportivo: apunta que “es un jugador especial y un ser humano especial”.
Siempre atento a los detalles, Popovich decide entonces mandarlo a la cancha como titular por primera vez desde el séptimo partido de las finales del campeonato 2013, en el que Miami venció a San Antonio. ¿Cambio de roles de última hora? ¿Búsqueda de desequilibrio en un sector del ataque o asignación defensiva? ¿Intento de golpe de efecto?Poco de eso.
En esta meca del show deportivo que es la NBA, los titulares son presentados con bombos y platillos y, de este modo, Manu es el último en ser anunciado y en entrar, llevándose así la mayor ovación de la noche, luego de saludar uno por uno a sus compañeros.
Tras el salto inicial, el primer doble del juego es cortesía de Ginóbili, claro. Es entonces cuando esos miles de ojos que tantas hazañas le vieron pergeñar viajan en el tiempo y se preguntan si hoy será otra de esas noches mágicas. Golden State se encargará de demostrar que no, que esta vez no hay espacio para convertir trasladar los sueños al plano de la realidad.
Entonces, el resultado es inapelable y firma el certificado de finalización de temporada para los de Texas.
Con ello, también se acaba la actual campaña para el hombre que, poniéndose el equipo al hombro con casi 40 años, hizo creer a propios y extraños. El hombre que termina el certamen como uno de los nueve jugadores (y atención a los otros ocho: Bryant, Scottie Pippen, Magic Johnson, Jordan, Bird, LeBron James, Dwyane Wade y Clyde Drexler) con al menos 2.500 puntos, 800 rebotes, 700 asistencias y 250 robos en playoffs.
El único hombre en la historia, además de LeBron, en tener al menos 800 rebotes, 800 asistencias y 300 triples en postemporada.
El tercer máximo triplero en series mano a mano de todos los tiempos, con 318, sólo por detrás de Ray Allen (385)y Reggie Miller (320). El tipo con más puntos, rebotes, asistencias y robos desde el banco en la historia de los playoffs. El muchacho que formó parte del trío más exitoso que se haya visto en esta liga.
Todavía sobre el parqué comienza a escuchar el “Manu, Manu” que baja de las tribunas del AT&TCenter.
Con 32 minutos en la cancha y 15 puntos, a 2m25 del final, Popovich lo hace salir. Y la ovación se repite. El coach le pregunta si quiere volver a entrar y Gino le dice que no, que no hace falta. De fondo, un “¡Olé, olé, olé, Manu, Manu!” casi argentino le pone el moño a la situación.
¿Qué es lo mejor que deja Ginóbili, sea éste el final o no?Que esos números que lo ubican al lado de los mayores exponentes de este deporte son apenas eso:una muestra gráfica de su relevancia. Este argentino deja en la NBA un legado intangible que perdurará por siempre. Y que, tal vez, tenga más capítulos por delante.