Isabel Martinez, viuda de Perón cumplió 90 años este jueves 4 de febrero en Petit comité y alejada de la vida pública, fiel a su conducta de las últimas décadas en su residencia de Madrid.
Pero si bien está a miles de kilómetros del que fue su hogar, hubo una parte de la Argentina que hizo acto de presencia en su aniversario: recibió un llamado del Papa Francisco para felicitarla.
La ex mandataria, que ejerció el cargo de presidenta de la Argentina desde el 1 de julio de 1974 hasta que fue derrocada por el golpe cívico- militar el 24 de marzo de 1976, pasa sus días en la capital española de forma casi anónima junto a su chofer y su ama de llaves.
En el día de su cumpleaños, estuvo junto a ella su sobrina Norma Estela Ferreiro. Fue precisamente mientras su sobrina le hacía compañía, que “Isabelita” recibió un llamado inesperado del Papa Francisco.
La conversación duró apenas unos minutos, en los que el líder religioso le deseó un feliz cumpleaños.
Según informó el portal Infobae, el llamado fue mérito del obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge García Cuerva, quien inició las gestiones para que se produjera el contacto una semana antes de la fecha del cumpleaños.
Otro de los que participó para la sorpresa fue el presidente del Episcopado argentino, Oscar Vicente Ojea. Los Martínez-Cartas eran una familia con profundas raíces religiosas, algo que Isabel Perón mantiene a día de hoy.
De ahí la importancia del llamado del Sumo Pontífice para ella. La vida de Isabel Perón en Madrid Derrocada por los militares el 24 de marzo de 1976, la viuda de Perón quedó detenida hasta 1981 entre la Patagonia y una base militar de Azul.
Bajo custodia militar, dicen que intentó suicidarse antes de poder instalarse en España. Desde entonces, pocas veces pudo volver a la Argentina y se mantiene alejada de la política de su país natal.
En 1983 vino para felicitar a Raúl Alfonsín por su elección, y el mandatario radical la honró con un decreto que pretendía «lograr la unión de todos los argentinos»: la eximió del pago de US$ 9 millones de dólares que se le cobraban por haberse apropiado- supuestamente- de los fondos públicos de una recaudación solidaria y derivados a una cuenta personal.
Hoy, vive recluida un chalet ubicado en un barrio cerrado a 32 kilómetros de la capital española. Su casa, según contó años atrás la periodista Hebe Schmidt para la agencia Télam, es de 250 metros y tiene tres plantas, con un jardín de casi 50 metros de fondo que, si bien no figura a su nombre en los registros de catastro, «es de su propiedad».
Allí habita confinada, en compañía de una mujer que la cuida y la acompaña, y de un chofer, que maneja un Audi A6 gris y suele trasladarla por la localidad y, en otros tiempos lejanos, por las calles de Madrid.