Un fotógrafo de Télam pudo ver cómo la congregación creció en las últimas horas de la tarde, al mismo tiempo que a menos de un kilómetro de allí se realizaba la última ceremonia masiva de la asunción presidencial, el tradicional desfile entre el Capitolio y la Casa Blanca.

 Tachos incendiados, una limusina en llamas y graffiteada, un local de McDonald’s destruido y un calle tomada componían una imagen no sólo inusual para una asunción presidencial en Estados Unidos, sino para la vida política en general de ese país.

La Policía, que domina completamente cada esquina de la ciudad desde hace días, sigue atenta los avances de los manifestantes en esta parte de la ciudad. No está claro cuál será su estrategia ya que apenas horas antes decenas de agentes anti disturbios cargaron contra manifestantes en este mismo barrio con gases lacrimógenos.

Esta represión terminó con más de 90 detenidos, según informó la cadena de noticias CNN.

Estas protestas se enmarcaron en el intento de un amplio arco de agrupaciones, partidos políticos y sindicatos de interrumpir el buen funcionamiento de la asunción y boicotear el inicio del gobierno de Trump.

Desde bien temprano, decenas de manifestantes de organizaciones de derechos humanos y de izquierda, entre ellas Black Live Matter (las vidas de los negros importan), se juntaron frente a varios puestos de control que permiten la entrada a las celebraciones y, por momentos, lograron frenar la entrada del público.

Con bailes, banderas arco iris y carteles de «No a Trump», decenas de manifestantes se concentraban en las entradas del público a los diversos puntos de la Avenida Pensilvania o la explanada del National Mall donde se puede contemplar la investidura.







No forma parte de la democracia poner puestos de control, tenemos derecho a protestar de manera pacifica», gritaron los manifestantes, abucheados por los partidarios republicanos.

Rápidamente la Policía apartó a los activistas a empujones y liberó una zona con un cordón humano integrado por decenas de efectivos para improvisar un corredor para que los simpatizantes de Trump pudieran acceder al predio para seguir la asunción.

La escena, que incluyó forcejeos y empujones pero no detenidos, se repitió en numerosas oportunidades en diferentes puntos de acceso al predio, pese a que las protestas se encuentran prohibidas durante el día de hoy en la mayor parte de la ciudad de Washington.

Más tarde, estos mismos grupos anti Trump hicieron pacientemente una eterna cola para entrar por la única entrada que permitía acceder al desfile presidencial sin una entrada especial y se concentraron en un número suficiente como para copar un segmente de la ruta presidencial y abuchear masivamente al paso de los autos de Trump, su vice, Mike Pence, y todos los otros funcionarios que transitaron por allí.