La transición de la Administración Obama a la que liderará Donald Trump sigue embarrada por la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales. Barack Obama, que ya anunció hace unos días una «investigación completa» de las actividades de «hackers» vinculados con el Gobierno ruso durante la campaña electoral, ayer subió de tono su discurso, en el que aseguró que «actuará» contra estas intromisiones.
Lo hizo primero en una entrevista con la cadena de radio NPR tras conocerse las conclusiones de la CIA que apuntaban a agentes vinculados a Rusia como los responsables de los ciberataques contra el partido demócrata durante las elecciones con el objetivo de favorecer a Trump. Y lo reafirmó después en rueda de prensa en la que pidió «por patriotismo» la creación de una comisión bipartidista para investigar el caso. Y en la que acusó, además, a Putin de ser el responsable de los ciberataques.
«Creo que no hay duda de que cuando un gobierno extranjero trata de dañar la integridad de nuestras elecciones debemos actuar», aseguró. «Y lo haremos, en el tiempo y en lugar que elijamos», añadió sin dar más explicaciones. Trump volvió a negar el escándalo desde Twitter. «Si Rusia, u otra entidad, estaba hackeando, ¿por qué esperó tanto la Casa Blanca para actuar? ¿Por qué solo se quejan después de que Hillary perdiera?».
Lo cierto es que la Inteligencia y el Gobierno de EE.UU. manejaban pruebas sobre las injerencias desde antes de las elecciones, y las denunciaron a través de un informe del Director Nacional de Inteligencia. James Clapper acusó formalmente a Rusia de los ataques a las redes del partido demócrata a principios de octubre. El mes anterior, la Inteligencia también había informado a miembros del Congreso sobre estas investigaciones, y los líderes republicanos las rechazaron.
La Casa Blanca ha justificado que no hiciera una denuncia más fuerte o con mayor relevancia –por ejemplo, a través de un anuncio del presidente– para evitar que pareciera que el Gobierno trataba de influir en los resultados electorales. Apenas quedaban semanas para la cita con las urnas, y era una campaña en la que se denunciaba la sintonía de Trump con el presidente ruso, Vladímir Putin, y en la que el candidato republicano aseguraba que las elecciones estaban «amañadas».
Mostrar alguna prueba
Ayer, un portavoz del Gobierno ruso, Dimitriv Peskov, quitó peso a las advertencias de Obama: «Es necesario dejar de hablar de ello, o mostrar alguna prueba».
Pero no parece que el asunto se vaya a enfriar. También ayer, «The Washington Post» aseguró que el FBI coincidía con las conclusiones de la CIA sobre la intervención de Rusia en las elecciones a favor de Trump. La teórica perjudicada, la derrotada Hillary Clinton, aseguró que el «hackeo» representa «un ataque contra nuestro país. Esto va más allá de una preocupación política normal. Esto tiene que ver con la integridad de nuestra democracia y con la seguridad de nuestra nación».
La candidata demócrata se atrevió a decir que los ataques fueron ordenados por Putin «porque tiene una inquina personal contra mí», que viene de la época en la que era secretaria de Estado, cuando le acusó de amañar las elecciones en Rusia. Era la primera vez que Clinton se refería a la injerencia rusa desde que perdió las elecciones.