Jair Messias Bolsonaro fue investido como nuevo presidente brasileño luego de prestar juramento en el Congreso. Nostálgico de la dictadura militar y con un historial de declaraciones misóginas, racistas y homófobicas, el ultraderechista dijo en su discurso que una de sus prioridades es “combatir la ideología de género”. Ratificó que encarará reformas liberales para “abrir los mercados”.
El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, prometió en su primer discurso tras jurar el cargo que liberará al país «de las amarras ideológicas», con un pleno respeto «a las religiones y a las tradiciones judeo-cristianas».
«Convoco a cada uno de los congresistas a ayudar en la tarea de libertad definitivamente al país del yugo de la corrupción, de la violencia, de la sumisión ideológica», declaró Bolsonaro, líder de la ultraderecha brasileña, ante el pleno del Parlamento.
Según Bolsonaro, su Gobierno representará una «oportunidad única de rescatar al país de las amarras ideológicas» y para «combatir la ideología de género» y otros trazos que, en su opinión, imprimieron en la sociedad y la política los anteriores Gobiernos de los progresistas Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.
«Reafirmo el compromiso de construir una sociedad sin discriminación o división», dijo también el flamante presidente.
El ultraderechista llegó en un Rolls Royce descapotable al Congreso de Brasil para participar en la ceremonia que lo convirtió en el 38º presidente del gigante sudamericano. Acompañado por su esposa Michelle y escoltado por una guardia montada, el excapitán del ejército, de 63 años, avanzó por la Explanada de los Ministerios de Brasilia, aclamado por una multitud que pudio acceder al lugar en medio de estrictas medidas de seguridad.
Bolsonaro y su vicepresidente, el general retirado Antonio Hamilton Mourao, pronunciaron su «compromiso constitucional» en el Congreso, por un mandato de cuatro años (2019-22).
Antes de iniciar la procesión, Bolsonaro ratificó su promesa de «cambiar el destino de Brasil», en un video colgado en Twitter. «Pretendemos, sí, cambiar el destino de Brasil, pero para eso necesitamos seguir teniendo su imprescindible apoyo», afirmó.
Agradeció además «a Dios por estar vivo», en referencia a la puñalada que recibió en septiembre durante un mitin de campaña.
El exparacaidista, nostálgico de la dictadura militar (1964-1985) y con un historial de exabruptos misóginos, racistas y homófobos, asume las riendas de la mayor potencia latinoamericana, de 209 millones de habitantes.
Y lo hace con una fuerte legitimidad electoral, tras haber obtenido en octubre más de 57 millones de votos (55 por ciento) presentándose como un salvador en un país agotado por los escándalos de corrupción, la violencia y la crisis económica.
El momento más esperado del día llegará cuando suba la rampa del Palacio de Planalto, sede de la Presidencia, donde recibirá de manos de su predecesor, el conservador Michel Temer, la banda presidencial, una pieza de seda verde y amarilla bordada de oro y diamantes.