La sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos se convirtió hoy en el campo de batalla final de los aliados del presidente saliente Donald Trump y todos aquellos que reconocieron la victoria electoral del demócrata Joe Biden en los comicios de noviembre pasado, luego que un grupo de republicanos extendieran con objeciones lo que debería haber sido un trámite y avivaron la tensión en las calles de la capital, donde manifestantes chocaron la Policía e intentaron irrumpir en el Capitolio.
Con una expresión muy seria, el vicepresidente, Mike Pence preside la sesión conjunta de las dos Cámaras, en la que los legisladores deben contar y confirmar estado por estado los votos del Colegio Electoral, el órgano que elige formalmente al inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, al poco de empezar, decenas de legisladores republicanos objetaron los votos del Colegio Electoral del estado de Arizona, lo que obligó a que cada cámara sesione por separado y empiece un debate largo, en el que aunque los aliados de Trump no tienen los votos, retrasará por horas la certificación.
Trump convocó a sus seguidores a Washington para respaldar su último intento de dar vuelta el resultado.
El argumento utilizado por los republicanos en el caso de Arizona es que el resultado electoral, que definió los votos del Colegio Electoral, debió ser certificado por el Poder Legislativo del estado, no el Poder Ejecutivo, pese a que eso no aparece en la Constitución local ni fue un reclamo en elecciones presidenciales anteriores.
«Los estadounidenses sabían desde el principio, de manera instintiva, que algo estaba mal con estas elecciones. El tipo que no salió casi de su casa desde que ganó las elecciones,¿cómo puede ser?», reclamó el congresista republicano Jim Jordan, quien dio como otro argumento que más gente fue a los actos electorales de Trump que a los de Biden. Desde la bancada demócrata, el discurso fue igual de encendido.
«Si el Congreso elige al nuevo presidente, entonces no necesitamos un Colegio Electoral ni mucho menos elecciones presidenciales», sentenció la congresista Zoe Lofgren al resumir el rechazo de su partido. En el Senado, en tanto, la pulseada era aún más dramática ya que el líder de la bancada republicana le pedía a sus correligionarios que aceptaran el resultado y abandonaran las objeciones.
“Si revertimos la decisión de los votantes, eso dañará a la República para siempre”, aseguró el dirigente republicano más poderoso en el Congreso, Mitch McConnell, que por estas horas se juega su rol como líder de la mayoría, si su partido pierde el segundo balotaje en Georgia y el control de la cámara alta federal.
La certificación del Congreso de los votos de cada estado en el Colegio Electoral, el órgano que elige formalmente al inquilino de la Casa Blanca, suele ser una formalidad en Estados Unidos.
Sin embargo, Trump, quien sigue insistiendo con que existió un «fraude electoral» aunque no presentó pruebas creíbles a la Justicia, estuvo presionando a Pence para que anule la victoria de Biden, al afirmar falsamente que tiene la autoridad para descartar los votos a favor del demócrata. «¡Hacelo Mike, es tiempo de tener un coraje extremo!», tuiteó Trump y su vicepresidente le respondió con un breve comunicado en el que explicó que no tenía «la autoridad unilateral» para rechazar los votos emitidos en diciembre por el Colegio Electoral.
Sin embargo, Pence no criticó ni obstaculizó la larga lista de objeciones que arrastraron una sesión que debería ser corta, a una pulseada de horas, que no hizo más que alimentar la tensión y polarización que domina Washington, dentro y fuera de los edificios gubernamentales.
En el centro de Washington, miles de seguidores de Trump se reunieron en una de las mayores protestas que se haya visto en la capital en el medio de este nuevo pico de la pandemia, que volvió a marcar un récord de muertos ayer con más de 3.000. Sin respetar las consignas sanitarias, partidarios del presidente republicano llegados de todo el país se aglomeraban sin tapaboca en el subte de la capital, cuyos comercios volvieron a resguardar sus vidrieras con barricadas por temor a posibles desmanes.
En medio de la sesión, un grupo de manifestantes llegaron a tomar las escalinatas del Capitolio, el edificio del Congreso, y forcejearon con la policía, que los empujaba y lanzaba pequeñas descargas de gas pimienta para frenarlos.
Poco antes, Trump les había enviado un mensaje: «Nunca nos rendiremos. Nunca aceptaremos (la derrota). Vamos a detener el robo».