Washington apuesta por asfixiar económicamente al régimen de Kim Jong-un y afirma que no busca «el aniquilamiento» de Pyongyang, pero avisa de que dispone de «muchas opciones» para hacerlo.
El pavoroso ensayo nuclear realizado este domingo por el régimen de Corea del Norte, el sexto y más potente de los que ha hecho desde 2006, supone un reto mayúsculo al temple y la destreza geopolítica de Donald Trump.
La primera reacción del presidente de EE UU fue una serie de tuits a primera hora del domingo en los que dijo que “las palabras y acciones de Corea del Norte son muy hostiles y peligrosas para EE UU”. Más tarde añadió que estaba “sopesando, entre otras opciones, detener todo el comercio con cualquier país que haga negocios” con Pyongyang, lo que afectaría sobre todo a China.
Por la tarde tras una reunión del presidente con su asesores militares en la Casa Blanca el secretario de Defensa Jim Mattis dejó asomar el garrote y advirtió de que quien amenace a EE UU «recibirá una respuesta militar masiva».
Y el domingo al anochecer la Casa Blanca informaba de una llamada telefónica entre Trump y el ministro japonés Shinzo Abe en la que «se reafirmó el compromiso de EE UU para defender nuestra patria, territorios y aliados usando todas las opciones diplomáticas, convencionales y nuestra capacidad nuclear disponible».
Mientras tanto, el vecino limítrofe de Corea del Norte, Corea del Sur, hizo este domingo un ensayo con misíles balísticos.
Trump, por lo tanto, no excluye la carta militar pero de momento la guarda como as en la manga. “Ya veremos”, respondió este domingo al salir de una iglesia a un reportero que le preguntó si atacaría Corea del Norte.
En sus mensajes de Twitter de ayer por la mañana no exhibió el belicismo que mostró en agosto, cuando amenazó al dictador Kim Jong-un con “una furia y un fuego jamás vistos en el mundo”. El magnate y comandante en jefe de EE UU, aconsejado por sus asesores, ha optado por priorizar la compleja estrategia de extremar el aislamiento económico de Corea del Norte.
The United States is considering, in addition to other options, stopping all trade with any country doing business with North Korea.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 3 de septiembre de 2017
El secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, dijo ayer por la mañana en una entrevista que Trump le ha ordenado diseñar un nuevo paquete de sanciones para cortar “todo el comercio” de Corea del Norte con el exterior. China es el único aliado y el principal socio comercial del régimen de Kim.
A la salida de la reunión de Trump con los militares, Mattis urgía a Pyongyang a obedecer los reclamos de desnuclearización del Consejo de Seguridad de la ONU y afirmaba que EE UU «no está buscando el aniquilamiento total de Corea del Norte» a pesar de que, añadió a continuación, dispone de «muchas opciones para hacerlo». «El presidente», señaló el prestigioso general apodado Mad Dog (Perro Loco) en la familia militar, «quiere mantenerse informado de cada una de ellas».
La nueva prueba nuclear norcoreana ha sido la sexta de su historia. Según la información difundida por el régimen, se detonó bajo suelo norcoreano una bomba de hidrógeno “con un extraordinario poder explosivo” y que podría ser instalada en un misil intercontinental capaz de alcanzar el territorio estadounidense.
El estallido, que provocó un terremoto de magnitud 6,3 que se sintió en las zonas más cercanas de China, Rusia y Corea del Sur, habría alcanzado una potencia de entre 80 y 100 kilotones. La bomba que EE UU lanzó sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial fue de 15 kilotones.
Con este ensayo, cinco días después de disparar un misil balístico que cruzó el espacio aéreo de Japón y recorrió 2.700 kilómetros hasta caer en el Pacífico, Corea del Norte culmina un verano en el que ha acelerado el desarrollo de su programa de armamento atómico y se ha enzarzado en un salvaje conflicto verbal con Trump.
En julio un vocero del régimen advirtió de que atacarían “sin piedad el corazón de EE UU” con su “poder nuclear” si Washington amenaza “el liderazgo de nuestro líder supremo”. En agosto el régimen de Pyongyang dijo que lanzaría cuatro proyectiles hacia aguas cercanas a la isla de Guam, donde EE UU tiene dos importantes bases militares.
Tras la respuesta de Trump amenazándolo con un ataque apocalíptico, Pyongyang pareció refrenar su órdago y el jefe de la Casa Blanca llegó a expresar su impresión de que el enemigo estaba “empezando a respetar” a EE UU.
Pero el ensayo de ayer confirma que Kim Jong-un, de 33 años y heredero del poder de sus fallecidos padre, Kim Jong-il, y abuelo, Kim Il-sung, no se arredra ante Washington y desoye a la comunidad internacional en sus intentos de contenerlo. El dictador apareció horas antes del ensayo en imágenes inspeccionando sonriente la supuesta bomba de hidrógeno.
De las seis pruebas nucleares efectuadas por Corea del Norte, cuatro han sido bajo las órdenes de Kim Jong-un, que llegó al poder a finales de 2011. Tres de estas pruebas en los últimos doce meses, cada una más potente que la anterior.
En paralelo, se han acelerado los lanzamientos de misiles balísticos, los cohetes que deberían ser capaces de transportar estas bombas miniaturizadas hacia su objetivo, con especial hincapié en los proyectiles de medio y largo alcance.
En los tuits de este domingo por la mañana, Trump recriminó a Pekín, su gran rival en el tablero geopolítico, “intentar ayudar con poco éxito” a solucionar la crisis con Corea del Norte.
La estrategia de asfixiar económicamente a Pyongyang solo será factible si China colabora. Las autoridades de Pekín suelen insistir en reclamar al presidente de EE UU que no vincule el desafío del programa nuclear norcoreano con los asuntos comerciales bilaterales.
El potente ensayo, aseguran los expertos, demuestra que Kim no tiene interés alguno en renunciar a su programa nuclear y que la comunidad internacional está fracasando en su intento de contenerle. «Corea del Norte utiliza estas pruebas para presionar a Estados Unidos para que reconozca su poderío nuclear, pero esto difícilmente ocurrirá. Por otro lado, es una forma de mantener su régimen seguro, así que el programa nuclear seguirá adelante a pesar de que las sanciones dejen a la población del país hambrienta”, explica Lu Chao, experto chino en el régimen norcoreano.
El Consejo de Seguridad de la ONU se reune este lunes para analizar el ensayo nuclear de Corea del Norte. La cita fue solicitada por EE UU, Francia y Reino Unido, tres de los cinco miembros permanentes y con derecho a veto del órgano central de decisiones, junto a China y Rusia.
El secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó ayer que la acción de Pyongyang «socava los esfuerzos de no proliferación y desarme» de armamento no convencional.
El Consejo de Seguridad ha sancionado en múltiples ocasiones a Corea del Norte por sus ensayos balísticos y nucleares. El 5 de agosto aprobó por unanimidad –incluyendo a la reticente China– nuevas restricciones mercantiles con potencial para reducir en 1.000 millones de dólares sus ingresos por exportaciones. Según la embajadora de EE UU en la ONU, Nikki Haley, fueron las sanciones «más severas» impuestas a un país «en una generación», pero el brutal ensayo nuclear de este domingo evidencia que Kim Jong-un antepone el desarrollo de sus bombas al cuidado de sus finanzas.