Las tropas de Vladimir Putin ya controlan la región de Lugansk y, por ende, la parte oriental de Ucrania. Ahora la orden es capturar la ciudad de Sloviansk para que el Ejército ruso consolide la ocupación de Donetsk, también en la zona del Donbás. El presidente ucraniano Volodimir Zelenski avisó que no cederá territorio a cambio de paz, incluso fue alentado por Boris Johnson en esa dirección, pero la realidad sugiere un desenlace poco auspicioso para Kiev.

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Putin se mostró más que conforme con el triunfo en Lugansk, en parte porque puede demostrar a sus funcionarios más escépticos y a la población rusa en general que el cambio de estrategia en la guerra sí funcionó. En un principio, el mandatario quería acabar con el régimen de «drogadictos y neonazis» liderado por Zelenski -es decir, una ocupación total de Ucrania-, y cuando la resistencia ucraniana probó su músculo y complicó los planes de Moscú, entonces decidió centrarse en el Donbás.

En ese sentido, Putin está meditando cuál será el próximo paso: rebajar el conflicto y negociar con Zelenski, garantizar la ocupación del Donbás y avanzar hacia el sur, o terminar de integrar las zonas bajo su dominio a los parámetros rusos y explotar electoralmente las conquistas en las legislativas de septiembre. Cualquiera sea el camino que tome, retener las zonas ocupadas del este ucraniano es un alivio para el Kremlin.

Putin se mostró más que conforme con el triunfo en Lugansk, en parte porque puede demostrar a sus funcionarios más escépticos y a la población rusa en general que el cambio de estrategia en la guerra sí funcionó

«Hacerse con el frente oriental sería el equivalente al ‘mission accomplished’ de Bush en la guerra en Irak, cuando las confrontaciones entre los actores continuaban, pero se dio por finalizada una etapa simbólica. Desde el terreno militar, Rusia no tendría por qué seguir avanzando. La cuestión es qué se hace con el frente del sur, con Odessa, y con la habilitación de los pasos para los granos, hoy en discusión, para destrabar la crisis alimentaria», dice Martín Rodríguez Osses, integrante de la Fundación Globalizar y especialista en Rusia.

Tropas rusas en Ucrania.

Turquía se movió en ese aspecto luego de que su armada detuviera días atrás un buque de bandera rusa que transportaba toneladas de trigo que, según Kiev, habrían sido robadas a Ucrania. No se trató solo de la autoafirmación de la armada turca en el Mar Negro, sino de un escenario potencial de catástrofe alimentaria que Europa busca evitar. De hecho, si la intención de Rusia es comenzar a negociar una salida de la guerra, puede leer los signos entre los líderes europeos.

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El continente vive una inflación récord en décadas y el esfuerzo bélico se transforma en un fastidio para las sociedades europeas. «Alemania perdió el superávit comercial, una noticia tremenda porque es la locomotora de la UE. Es una ficha de dominó que impacta en todo el continente», explica el experto, quien además sostiene que Olaf Scholz y Emmanuel Macron son considerados por Putin como «interlocutores válidos porque buscan una solución diplomática» al conflicto.

Alemania perdió el superávit comercial, una noticia tremenda porque es la locomotora de la UE. Es una ficha de dominó que impacta en todo el continente

El canciller alemán reconoció que la invasión puede extenderse por mucho tiempo y deslizó que está discutiendo con los países del bloque las «garantías de seguridad» para Ucrania una vez terminada la guerra. El eje Berlín-París se prepara para el día después y ve en el posconflicto la posibilidad de escapar de la debacle económica. Incluso se habla de un plan de reconstrucción para Ucrania, sin fechas precisas y con más deseo que realismo. Ni siquiera existe un consenso sobre la necesidad de poner fin a la guerra.

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Zelenski no es solo alentado por Johnson, que percibe en la guerra una distracción de los problemas domésticos en Reino Unido, sino por los países bálticos y Polonia, cuyos planes difieren de los d Scholz y Macron.

El oficialismo polaco instó a la OTAN a establecer una misión en suelo ucraniano, lo que significaría un choque directo entre Rusia y la alianza atlántica, a la vez que Lituania bloquea el paso al exclave ruso de Kaliningrado. Los sentimientos hacia Moscú en Europa oriental son muy distintos a los de Francia o Alemania, y Polonia y los bálticos fueron amenazados a través de la propaganda oficial rusa tras la invasión a Ucrania.

La grieta entre los países pro dialogo y los más intransigentes dejan a la UE sin iniciativas y sanciones que discutir. La guerra es insostenible a largo plazo y el Kremlin no deja traslucir sus intenciones ahora que ya se hizo con el control casi total del Donbás. Moscú sigue adelante con el proceso de rusificación de las zonas ocupadas, aunque aún no ha definido si planifica una «independencia» con gobiernos títere o una anexión a la Federación Rusa.

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La falta de una hoja de ruta puede evidenciar cierta improvisación en la invasión a Ucrania, pero al menos Putin puede exhibir que «el rublo es la divisa más fuerte del mundo, a pesar de que muchas industrias van a hacer golpeadas en el tiempo», indica Rodríguez Osses en relación con las sanciones occidentales. El Kremlin puede demorarse en definir un camino, si bien la Duma (Asamblea) parece revelar la orientación.

«La Duma tomó la decisión de que distintas ciudades y oblasts (regiones) de Rusia apadrinen a los territorios ganados a Ucrania. No sé se tendremos múltiples Crimeas, con referéndums independentistas. Sería más conveniente que conformen un área de contención o buffer. Pero si es parte de la Federación, estaría integrando ciudadanos, cuando su población decrece a gran ritmo, algo que impactará en su economía. Es el mayor capital que se le puede sacar al territorio ganado», explica el especialista.