El general iraní Qassem Soleimani, asesinado en las últimas horas por un ataque con drone de EEUU, forjó su reputación de hombre aguerrido durante los ocho años que duró la sangrienta guerra entre Irán e Irak, en la década de 1980, cuando comandó una de las divisiones del Ejército de su país.
Sin instrucción militar e incluso sin estudios universitarios tuvo un vertiginoso ascenso en la estructura de poder iraní, donde su injerencia no alcazaba solo al área de Defensa, sino también a la economía y por supuesto la política interior y exterior. Era uno de los jefes más poderosos y temidos en Irán.
Décadas más tarde, se hizo visible por el destacado papel que tuvo durante la reciente guerra contra el autodenominado Estado Islámico en Irak y Siria, tras la cual Teherán ha logrado ampliar su peso y su red de influencias en la región.
Soleimani era considerado como un hombre de confianza del ayatolá, a quien reportaba directamente. Era desde hace más de dos décadas comandante del grupo élite Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, organización es la responsable de las acciones militares encubiertas de las fuerzas iraníes en el extranjero.
Desde esa posición, fue el responsable de los lazos tejidos por Teherán con la milicia libanesa de Hezbolá y con grupos palestinos como Hamás. Se le atribuye haber definido la estrategia que ayudó al presidente Bashar al Assad a cambiar el curso de la guerra contra las fuerzas rebeldes en Siria, al mismo tiempo que tomaba el control de la milicias chiitas en Irak, que recibían apoyo y entrenamiento de Irán.
Además, según recuerda la BBC, fue una pieza clave en la guerra contra el autodenominado Estado Islámico (EI) en Irak y Siria ya que la presencia en el terreno de las milicias entrenadas por Irán -a través de las fuerzas comandadas por Soleimani- fue fundamental para la derrota del EI.
Soleimani es considerado por muchos como el estratega que fue capaz de aprovechar la oportunidad creada por la invasión angloestadounidense de Irak que derrocó a Saddam Hussein -así como la guerra contra EI en Siria- para expandir la influencia de Teherán en la región en detrimento de los intereses de Estados Unidos.
Pero al mismo tiempo era visto como el hombre clave en la cooperación que discretamente establecieron Washington y Teherán para derrocar a los talibanes en Afganistán en 2001 y para prevenir un mayor deterioro de la situación de seguridad en Irak en 2007.
En la guerra de Irak, la fuerza Quds fue la responsable de armar y entrenar a las milicias chiitas que se encargaron de combatir a EI no desde el aire sino sobre el terreno.
En manos de esos grupos, influenciados por Teherán, reposa ahora gran parte de la seguridad y estabilidad de Irak.
Con la muerte de Soleimani se abre entonces una interrogante no solamente sobre cómo usará Irán ahora esa influencia sino además sobre cuán lejos pueden llegar las consecuencias de lo ocurrido.