«Estamos en guerra». El presidente de Chile, Sebastián Piñera, definió de manera dramática la situación que atraviesa el país por el estallido social que se ha cobrado ya diez muertos, en una situación de caos total a pesar del despliegue de las Fuerzas Armadas y el toque de queda ordenado por el Gobierno.
«Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el mayor daño posible», afirmó Piñera junto a militares.
«Ellos están en guerra contra todos los chilenos que quieren vivir en democracia», agregó.
Los dichos de Piñera para definir la situación que enfrenta su administración no cayeron en bien en la oposición, que los rechazó de manera casi unánime. Pero lo llamativo es que un alto militar a cargo del estado de emergencia en la Región Metropolitana (en la que se ubica Santiago) también se diferenció del presidente.
«Mire, yo soy un hombre feliz y la verdad es que no estoy en guerra con nadie», afirmó el general del Ejército, Javier Iturriaga del Campo.
La del domingo fue la jornada más dramática en término de víctimas fatales. Hubo ocho muertos, que se sumaron a otros dos reportados en la noche del sábado. Los fallecidos se reportaron en distintos incendios en locales comerciales de Santiago y alrededores.
Además, el Ministerio de Salud informó de que al menos 10 heridos se encuentran hospitalizados con riesgo vital.
La jornada estuvo marcada nuevamente por las barricadas, incendios y saqueos, además de los enfrentamientos de los manifestantes con las fuerzas de seguridad con epicentro en la céntrica Plaza Italia de Santiago.
A pesar del toque de toque y el despliegue de miles de efectivos, nuevamente la situación estuvo fuera de control. La intendenta de la Región Metropolitana, Kala Rubilar, reconoció que las fuerzas del orden se vieron sobrepasadas.
El Gobierno ya declaró el estado de emergencia, totalmente o en algunas de sus comunas, en 10 de las 16 regiones de Chile: la Región Metropolitana, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Maule, Concepción, Bío Bío, O’Higgings, Magallanes y Los Ríos. Además, decretó el toque de queda en Santiago, La Serena, Coquimbo, Concepción y Valdivia.
El ministro del Interior, Andrés Chadwick, justificó estas medidas al hablar de un enfrentamiento contra fuerzas organizadas. «No nos engañemos, estamos enfrentando una verdadera escalada, que sin duda es organizada, para causar un grave daño a nuestro país y la vida de cada ciudadano», dijo.
En paralelo a los episodios de violencia, en distintos puntos de Santiago y otras ciudades se repitieron el domingo cacerolazos pacíficos contra la desigualdad, el verdadero motivo del estallido social que en un principio estuvo motivado por el ya suspendido aumento de las tarifas de subtes.
«En calma»
Durante las primeras horas del lunes el Gobierno evaluó la situación como «calma» en el inicio de la semana, con el comienzo de la actividad laboral, un momento para el que había mucha expectativa.
El Gobierno habilitó sólo una de las siete líneas del metro (que no operaba desde el viernes) y reforzó el servicio de autobuses y taxis colectivos para cubrir los recorridos que no operarán en los próximos días. Es por esto que se pidió a los empleadores «flexibilidad» ante las dificultades de los trabajadores para trasladarse.
Además, las escuelas de 43 de las 56 comunas de Santiago están cerradas. Lo mismo sucede en muchas entidades bancarias, que decidieron concentrar la actividad en las sucursales centrales.
También las grandes cadenas comerciales no abrirán. El aeropuerto de Santiago colapsó el domingo por la noche por la cancelación y retraso de decenas de vuelos.