Javier Milei se siente un predestinado. Un enviado celestial para salvar a la Argentina de las fauces colectivistas y refundar el capitalismo global. Sus convicciones se nutren de las teorías económicas de la Escuela Austríaca, una secta “liberal libertaria” que propone la supremacía del mercado y la supresión del Estado.
Es lo que se propone hacer el presidente argentino, según el discurso con el que inauguró las sesiones ordinarias del parlamento argentino.
Milei presentó su proyecto megalómano frente a un auditorio de aplaudidores propios y opositores que todavía no saben cómo tratar con el recién llegado que los considera «ratas», «corruptos» y prescindentes. Una “casta” despreciable que, aún así, es convocada para el próximo 25 de mayo a Córdoba para suscribir un presuntuoso “Pacto histórico” con diez postulados generales que camufla el Plan Canje de la fallida Ley Bases a cambio de alivio fiscal para las provincias.
Un toma y daca con el que intentará dividir a los gobernadores, trazar una exótica “transversalidad” de políticos anti política y ganar tiempo para desplegar una tiranía de mercado que, en los primeros 82 días de gestión, se evidencia cruel con los débiles y auspicioso para la elite.
La vocación por la subsistencia del sistema político puede colaborar con las pretensiones de Milei. Está por verse como reacciona al desafío el peronismo, todavía aturdido por la derrota electoral. Las alusiones críticas a Cristina Kirchner y Sergio Massa en el discurso presidencial busca establecer el “nosotros y ellos” con el que intentará separar la hacienda política. Las agresiones a la representación sindical agrupa a los opuestos en el pretendido “tren fantasma” demonizado por los medios del sistema.
Es de esperar que haya peronistas tentados con aprovechar el convite del presidente para acelerar una “renovación”. Los gobernadores Martín Llaryora -Córdoba- y Osvaldo Jaldo -Tucumán- fueron de los primeros en celebrar la convocatoria presidencial.
La proverbial resiliencia de la UCR puede empujar al menos a un grupo de correligionarios al pacto que propone Milei. Mismo comportamiento podría seguir la troupe de Miguel Pichetto, dividida entre institucionalistas críticos y light.
Esos debates palaciegos, en principio, le pueden otorgar al presidente el tiempo que precisa para profundizar su plan de ajuste, evitar que el Congreso le voltee el mega DNU, cumplir con las exigencias de «gobernabilidad» del FMI para acordar un nuevo desembolso -al plan de deuda y fuga de Toto Caputo le gusta eso- y allanar el camino a la dolarización, el sueño húmedo presidencial.
Por cierto: el palacio -siempre bien nutrido- suele ser más tolerante que las mayorías populares, sometidas a un feroz proceso de pauperización por vía del ajuste y la provocada “estanflación”.
¿Cuánto dura la paciencia social frente a las agresiones del gobierno? Es la duda que se expande desde que Milei comenzó a aplicar su plan de estabilización por inanición. Lejos de ser una novedad exótica -como proclama el presidente-, el programa retoma el repertorio neoclásico de ajuste, transferencia de ingresos, destrucción productiva y sublimación del negocio financiero.
Con ínfulas de cambio Milei reactiva la secuencia iniciada en la dictadura genocida, afianzada por Menem-Cavallo y profundizada por Mauricio Macri, quien logró depreciar como nunca el valor del trabajo, pero falló en domar las internas de negocios entre los dueños del dinero y el poder. Es la lección que el fundador del PRO quiere inocular al mandatario minarquista: su programa de gobierno debe incluir la “modernización” del elenco empresarial. “Cambiar a los (Paolo) Rocca por los (Marcos) Galperín” lo instruyó Macri a Milei en la cumbre de Olivos que selló el acuerdo electoral previo al balotaje.
Advertidos del desafío macrista, el establishment tradicional abrazó a Milei apenas obtuvo el triunfo en las urnas. El cautiverio de dos meses en uno de los hoteles del zar inmobiliario y rural Eduardo Elsztain fue clave para que “la casta” ocupara despachos claves de la gestión.
Es precisamente Techint -de Rocca-, quien más gerentes puso en el gobierno: ocho. Otros apellidos tradicionales, como Eurnekian y Pagani, también ubicaron espadas propias en la modesta estructura gubernamental. Ese despliegue de “la casta” en la raviolera gubernamental operó el distanciamiento de Milei y Macri, con las consecuencias institucionales que se apreciaron en las últimas semanas: tanto el derrumbe de la Ley Ómnibus -serruchada desde los cimientos por las distintas acepciones parlamentarias del PRO-, como la “rebelión de los gobernadores” encabezada por el chubutense Ignacio Torres contaron con la anuencia y gestión de Macri, quien pretende balizar la gestión del gobierno “con o sin Milei”.
La hipótesis de que Milei podría ser el fusible del proyecto político que lo puso en la Casa Rosada forma parte de las conversaciones que tiene Macri con empresarios y gobernadores, quienes a la vez conversan opciones entre sí. ¿Línea de sucesión o Asamblea Legislativa? son las opciones que traza la Constitución nacional, en caso de renuncia o remoción presidencial.
La carta magna pone en línea a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien viene realizando ejercicios pre competitivos desde que el partido comenzó. Mientras Milei se pelea con gobernadores y denosta el “gasto” en fiestas populares, Villarruel visita provincias todos los fines de semana, disfruta de las celebraciones locales y se reunió a solas con una docena de gobernadores.
“Si quieren conseguir algo del gobierno, hablen con Macri” les dijo hace dos semanas a los mandatarios del norte que la agasajaron en Salta. No es secreto que la vicepresidenta y el ex presidente de Macri mantienen una estrecha relación, afianzada durante un retiro político de dos días en Cumelén, la residencia patagónica de Macri.
Las próximas visitas de la vicepresidenta la llevarán por Mendoza -para la Fiesta de la Vendimia- y Santa Cruz, por la Fiesta de la Estepa Patagónica, en Las Heras. El viaje de la vicepresidenta a la Patagonia en el marco de tensión de los gobernadores de la zona con el gobierno central es tomado como un desafío por el trío que rodea al presidente: el jefe de Gabinete Nicolás Posse, el asesor Saniago Caputo y la hermana “jefe”, Karina.
Consecuencia del recelo, Villarruel fue deliberadamente desplazada de la puesta en escena que procuró mostrar a Milei en absoluta centralidad. La vice devolvió el desplante por cadena nacional: de modo ostensible evitó plegarse al coro de aplaudidores que buscó tapar con ruido la catarata de falacias contenidas en un discurso leído al borde de un ataque de nervios.
Así, a solas y desde un atril, Milei leyó los detalles del programa de Tiranía de Mercado que se propone desplegar. Ajuste brutal, supresión de derechos sociales, estabilización por inanición y sublimación del mercado forman parte del menú oficial, maridado con persecución a opositores y represión del conflicto social. Resta saber cuanto duran los caramelos de madera para engañar el hambre.