El Presidente no utilizó «proscripción» pero habló de «inhabilitación política», término que aceptaron en el entorno de la Vicepresidenta. El discurso recorrió varios de los tópicos del kirchnerismo, que terminó haciendo un balance a medias positivo. En un mensaje a la interna, Alberto retrucó a quienes lo tildan de «moderado» pero no hizo ninguna alusión a la reelección.
El presidente Alberto Fernández finalmente no utilizó el término «proscripción» -tan emparentado a la historia del peronismo- sino que definió las imputaciones por las que se condenó a la vicepresidenta Cristina Kirchner como «un absurdo jurídico» que apuntan a su «inhabilitación política».
«Es correcto eso», respondían cerca de la vice acerca de cómo lo habían interpretado. En el núcleo de su mensaje, el mandatario realizó duras críticas a la Justicia y dedicó todo un tramo a la situación de Cristina. Antes, había calificado el atentado en su contra como «uno de los episodios más desgraciados vividos» desde el retorno democrático. La Vicepresidenta no hizo gestos ni acompañó los aplausos de la bancada en la que el único ausente fue su hijo Máximo, que prefirió visitar un centro de jubilados en La Matanza. Tampoco estuvo el gobernador bonaerense Axel Kicillof.
Fue toda una preocupación en la previa resolver con qué palabras debía el Presidente aludir a la situación que la propia vice había definido como «proscripta» en su última aparición. El ministro bonaerense Andrés Larroque incluso habló el martes de una proscripción «doble» porque a la que le habían aplicado los poderes fácticos se le agregaba la que parecían querer agregarle algunos dentro del Frente de Todos. Pero el discurso de Alberto fue extenso y no faltaron referencias a los problemas de la Vicepresidenta.
El atentado de septiembre pasado lo enmarcó con gravedad aumentada por los 40 años de democracia y reclamó que la Justicia profundice la investigación en búsqueda de los autores materiales e intelectuales. Utilizó una ironía de las que suele usar Cristina: pidió que los jueces actúen tan rápido en esa causa como cuando archivan los expedientes que involucran a jueces, fiscales o empresarios poderosos, una referencia a lo que sucedió en enero con la denuncia sobre los chats del ex ministro porteño Marcelo D’Alessandro.
«No se pueden quejar, tocó todos los temas que están en la agenda del cristinismo», evaluaba un diputado frentetodista de buen diálogo con todos los sectores. En el momento de las críticas a la Corte Suprema, senadores muy cercanos a la Vicepresidenta como Oscar Parrilli, Juliana Di Tullio o Silvini García Larraburu se pararon a aplaudir para tapar la reacción del bloque de Juntos por el Cambio.
«La intromisión de la Justicia en la ejecución presupuestaria es definitivamente inadmisible», definió Alberto respeto al fallo por la coparticipación porteña.
Habló de las cautelares que favorecieron al grupo Clarín, de todas las propuestas de reforma judicial que quedaron estancadas en Diputados y volvió a apuntarle a los cortesanos por su «intromisión» en las facultades del Congreso para designar a sus representantes en el Consejo de la Magistratura, otro tema que involucra a Cristina dado que no reconocieron a uno de sus designados.
A partir de ese «toma por asalto» de la Corte a la Magistratura justificó el pedido de juicio político que se tramita en comisión en Diputados. Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz asimilaron la andanada con la vista perdida en el horizonte.
Pero el momento más aplaudido por el kirchnerismo fue cuando se refirió al lawfare y la condena a la vice. «Hace años que venimos denunciando la conformación de una estructura que opera de manera coordinada en la que se involucran miembros del Poder Judicial, medios de comunicación y políticos de la oposición», describió el Presidente.
«Hace unos meses esta organización coronó su actuación con una condena en primera instancia a la Vicepresidenta de la Nación. Lo hicieron tras simular un juicio en el que no se cuidaron las formas mínimas del debido proceso y se formularon imputaciones que rayan con el absurdo jurídico buscando su inhabilitación política», completó.
Como habían anticipado desde la Casa Rosada, el discurso no incluyó referencias electorales. En algún momento,pareció que Alberto ensayaba una despedida. «Cuando el 10 de diciembre culmine este mandato que el pueblo me ha dado, podrán tener la certeza de que habrán tenido un Presidente que le puso el pecho a cada problema que enfrentó», dijo sobre el final. En gran parte, el mensaje estuvo dedicado a la reinvindicación de lo ya realizado más que a hablar de futuro.
Pero en un momento también se anticipó al debate de la próxima campaña al criticar el ajuste que plantean los economistas de la oposición. «¿Alguien cree realmente qué tiene un futuro mejor si se imponen políticas de ajuste, reducción de derechos y una mayor concentración de ingresos?», se preguntó. Claramente no hubo ninguna alusión reeleccionista, algo que el kirchnerismo también festejó.
Al final, hubo militancia frente al Congreso. Municipios del Conurbano como San Martín, Moreno y La Matanza aportaron gente y banderas y también sumaron desde las organizaciones sociales y el Partido Miles de Luis D’Elía. Todos aguantaron a pie firma la altas temperaturas y las más de dos horas de discurso.
En la referencia más directa a la tensión interna del Frente de Todos, Alberto habló de las críticas que recibe por su «moderación» y enumeró una serie de hechos que llevó adelante pese esa presunta condición. «Con esa moderación fui quien puse pecho a la pandemia», arrancó. También «el que estuvo al lado de Lula cuando injustamente lo apresaron» o «el que está al lado de Cristina cuando se la persigue». Esta última afirmación generó algún gesto en la bancada oficialista.
A propósito del bloque oficialista, la única silla vacía fue la de Máximo Kirchner. El también presidente del PJ Bonaerense prefirió visitar un centro barrial de jubilados en La Matanza junto al dirigente camporista Facundo Tignanelli. Es el segundo año seguido que Máximo no participa de la apertura de sesiones.
Otro ausente fue el gobernador Kicillof, quien se justificó en la intensa agenda prevista para la jornada en la que originalmente haría su propia apertura de sesiones a las 18, que luego debió suspender por los cortes de energía. Curiosamente, sí estuvo el jefe de gobierno porteño y precandidato opositor, Horacio Rodríguez Larreta, en el mismo corralito que gobernadores del oficialismo como Gustavo Bordet, Alberto Rodríguez Saá, Sergio Ziliotto, Gerardo Zamora y Gustavo Bordet.
Pero, por lo demás, el resto de los legisladores y funcionarios referenciados en la vicepresidenta participaron de la sesión. El ministro del Interior, Eduardo «Wado» de Pedro, tomó mate en el lugar destinado a los ministros junto al jefe de Gabinete, Agustín Rossi. Algunos de ellos festejaron la enojada salida del recinto de algunos opositores, especialmente la del insufrible diputado macrista Fernando Iglesias. «Es un honor que me insulte, diputado», le había correspondido Alberto a su habitual griterío.
«No estuvo tan mal» y «podría haber sido peor», era el balance «hasta ahí» que hacían en los despachos cristinistas sobre el esperado mensaje presidencial del 1 de marzo. Había también expectativa por cómo lo analizaría la vicepresidenta. Algunos legisladores y funcionarios que vienen bregando porque la situación interna se ordene, se ilusionaban con la posibilidad de que funcionara como comienzo de una nueva etapa. Algo que se esperaba que sucediera luego de la reunión de la mesa política y no ocurrió. Por eso, de nuevo habrá que esperar.