Será la primera baja luego de cinco meses de subas. Gobierno quiere mostrar que la proyección del 40% para este año es creíble. El dato es relevante tanto para las negociaciones con el FMI como para el inicio de las discusiones paritarias que comenzarán en semanas.
Para el Gobierno será el primer (y humilde) resultado positivo de la política económica. El INDEC informará esta tarde que la inflación de enero se ubicará por debajo del 3% y que -lo más destacable a los ojos del oficialismo- superará la performance del mismo mes de 2019 cuando el indicador se ubicó en el 2,9%.
Mejorará además los cálculos de todas las estimaciones privadas publicadas hasta ayer, que adelantaban una inflación aproximada del 3,2%, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), publicado el 4 de febrero pasado.
Obviamente estará por debajo del 3,7% alcanzado en diciembre de 2019 y representará el menor porcentaje de los últimos seis meses incluyendo el 3,9% de noviembre, el 2,9% de octubre, un 5,8% de septiembre y el 4,1% de agosto.
Será superior al 2% de julio, último mes de inflación en leve baja dentro del Gobierno de Mauricio Macri. Luego la situación comenzó a desmadrarse, tras la megadevaluación de más del 23% posterior a las PASO.
El Gobierno esperaba con ansias el dato que se comunicará hoy por dos motivos, tan políticos como económicos: necesitaba mostrar que la proyección de un alza de los precios para este año de aproximadamente el 40% es creíble y que las políticas de contención de la presión inflacionaria están dando resultados. El tercer factor que debe mostrar Alberto Fernández en el combate contra los precios es que su evolución mensual es comparativamente menor a los resultados del macrismo en el poder, al menos durante 2019.
En el primer caso, y si bien se trata de los datos de enero de 2020, que el comienzo sea con un incremento del IPC al menos controlado es una información que el Ejecutivo necesita para que su proyección general sea creíble y defendible.
Del otro lado del mostrador, además de los mercados, esperan los resultados tanto el FMI como las empresas y los sindicatos. En el primer caso, el resultado de enero debe servir para que los enviados del FMI consideren válidas de análisis a las promesas del ministro de Economía, Martín Guzmán, de un superávit fiscal primario de más de al menos 0,5% sean defendibles.
El resultado del IPC de enero tiene, además, la misión de poder controlar la ambición de los sindicatos a semanas del comienzo de la reapertura del ciclo lectivo de negociaciones paritarias 2020, proceso en el que el Gobierno quiere que la discusión circule alrededor de un incremento salarial que empate a la inflación.
El segundo motivo de tranquilidad interna (aunque prudente) para el Gobierno es poder mostrar que la disminución parcial de la inflación es una respuesta a las múltiples políticas de contención de la presión de costos incluyendo el congelamiento de tarifas de servicios públicos, prohibición para las petroleras de incrementar las naftas hasta nuevo aviso y, fundamentalmente, la aplicación del programa Precios Cuidados en su versión reloaded.
Como el mismo plan de contención continuará inalterable en febrero y marzo se entiende dentro del oficialismo que la evolución del IPC en el primer trimestre del año podría mostrar un incremento más cercano al 6% que al 8%.
La proyección, si se confirmara, ayudaría, además, en el principal frente abierto que tiene el Gobierno de Alberto Fernández: la renegociación de la deuda.
La reflexión es que no es lo mismo pedir credibilidad al FMI y los acreedores con una inflación descontrolada, que con una evolución de los precios con ciertos signos de contención.
Según los datos sectoriales que se observaron en enero, los principales impactos en los precios serían en carnes y cereales dentro del capítulo de Alimentos y bebidas no alcohólicas; mientras que también habría incrementos en el rubro de Recreación y cultura, debido a cuestiones estacionales vinculadas con el turismo y las vacaciones. En cambio, Salud daría cierto respiro.