Alicia Castro presentó este miércoles 7 de octubre la renuncia como embajadora argentina ante Rusia, en repudio al voto de nuestro país sobre Venezuela ante las Naciones Unidas.
La diplomática anunció su dimisión en una carta al presidente Alberto Fernández, en la que cuestionó esa decisión sobre política exterior, que —a su parecer— «constituye un dramático giro en nuestra política exterior y no difiere en absoluto de lo que hubiera votado el gobierno de Macri». Sin embargo, anticipó que no abandona «el Frente de Todos y Todas».
En rigor, la diplomática —que representó al país ante Venezuela entre 2006 y 2011, y ante el Reino Unido entre 2012 y 2015— no era aún, formalmente, embajadora en la Federación Rusa, ya que su pliego no fue aprobado por el Senado, que lo recibió en febrero pasado.
Precisamente las diferencias sobre política exterior impidieron el avance de su designación: en julio, Castro ya había cruzado al canciller Felipe Solá, por calificar al gobierno de Nicolás Maduro como «autoritario», lo que llevó al jefe de Estado a congelar su pliego. Su dimisión se concretó luego de que Argentina acompañara al Grupo de Lima al denunciar en Ginebra las violaciones de los derechos humanos del régimen chavista ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La denuncia se basa en el llamado «Informe Bachelet», que elaboró la expresidenta chilena como Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, en base a más de 500 entrevistas con víctimas y testigos de las «graves vulneraciones» del gobierno de Maduro.
Alicia Castro fue una de las dirigentes que cuestionaron el voto Argentino, que calificó como «un lamentable giro en nuestra política exterior». Desde Twitter, además, la diplomática compartió varios mensajes contra Estados Unidos y vinculó la postura sobre Venezuela al tema petrolero.
«Me hace acordar a la destrucción de Libia por los EEUU y sus aliados. ‘Es el petróleo, estúpido'», escribió. Alicia Castro, Mario Secco y D’Elía criticaron la postura del Gobierno sobre Venezuela Tras la polémica, la dimisión quedó formalizada en una misiva al presidente, que se transformó en carta abierta tras ser publicada por la periodista Cynthia García en su sitio web.
En el texto, Castro lamenta el voto sobre Venezuela, que «constituye un dramático giro en nuestra política exterior y no difiere en absoluto de lo que hubiera votado el gobierno de Macri». «De hecho, el Grupo de Lima fue creado durante la restauración neoliberal por un grupo de gobiernos de extrema derecha, alentados y financiados por los Estados Unidos con dos objetivos explícitos: Promover un ‘Cambio de Régimen’ en Venezuela -con idéntica matriz de los operados por EE. UU. en Oriente Medio- y desarticular el bloque regional», agrega la funcionaria.
La diplomática recordó además el «maravilloso proceso de forja de la unidad regional junto a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández de Kirchner», que «se derrumbó con la llegada de Temer, Macri, Bolsonaro, Lenin Moreno, los golpes en Brasil y Bolivia con la manipulación del Lawfare y las operaciones mediáticas».
Sobre Venezuela, denunció que «desde el golpe de estado perpetrado contra Hugo Chavez en abril 2002, no han cesado los intentos de golpe, magnicidio, sabotaje, desabastecimiento, acciones organizadas de violencia para promover el caos». «La mayoría de los partidos de la oposición no presentan candidatos a elecciones para no convalidar el triunfo del voto popular.
Como no lograron derrotar a Nicolas Maduro, los EE.UU. fungieron a un presidente ‘autoproclamado’, Juan Guaidó, quien tiene también el apoyo de varias naciones europeas», continuó.
La dirigente reprochó además que en la resolución ante la ONU se «expresa preocupación por el tratamiento de la pandemia Covid-19 en Venezuela que, con 30 millones de habitantes, tiene -según datos de la OMS- 80.000 contagiados de Covid-19 y en total 653 muertos, lo que, claramente, muestra un mejor desempeño, seguimiento y cuidado de la salud pública que los países que apoyan la Resolución 43, incluído el nuestro».
La carta completa de la renuncia de Alicia Castro: Quiero agradecer al gobierno nacional, en especial a nuestra vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, por haberme honrado con la designación como embajadora en la Federación Rusa.
Tenía planificado mi traslado para el mes de abril, pero en marzo, con el Placet concedido por Rusia, inicié el periodo de aislamiento preventivo y obligatorio y formulé mi solicitud formal al Senado de la Nación para que se postergara el tratamiento de mi Pliego en razón de la explosión de la pandemia, que materialmente impide los vuelos a Rusia y a los cinco países en donde tendría concurrencia.
Rusia es un país estratégico en la construcción de un mundo multipolar, y creo que podría servir con lealtad, eficiencia y patriotismo, hasta obtener logros concretos y reconocimiento para nuestro país, como los registrados durante mis diez años como embajadora en la República Bolivariana de Venezuela y ante el Reino Unido. Mi mayor ambición es que Argentina se integre a los BRICS y dar con ello un salto cualitativo, tanto geopolítico como económico y comercial.
Hoy quiero presentar mi renuncia como embajadora, porque no estoy de acuerdo con la actual política de Relaciones Exteriores. El 6 de octubre, en el 45° período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el voto de Argentina acompañando la Resolución del Grupo de Lima constituye un dramático giro en nuestra política exterior y no difiere en absoluto de lo que hubiera votado el gobierno de Macri. De hecho, el Grupo de Lima fue creado durante la restauración neoliberal por un grupo de gobiernos de extrema derecha, alentados y financiados por los Estados Unidos con dos objetivos explícitos: Promover un «Cambio de Régimen» en Venezuela -con idéntica matriz de los operados por EE. UU. en Oriente Medio- y desarticular el bloque regional.
En la década pasada tuve el honor de participar – como diputada y como embajadora- del maravilloso proceso de forja de la unidad regional junto a Néstor Kirchner y a Cristina Fernandez de Kirchner y los líderes progresistas de la Región, Hugo Chávez, Lula da Silva, Fidel Castro, Pepe Mujica, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, unidos en la diversidad. Comprendemos claramente, siguiendo el legado de nuestros libertadores San Martín, Bolívar, Artigas, que la unión de Sudamérica es la clave de nuestra soberanía política e independencia económica. En la UNASUR logramos una institucionalidad supranacional densa y eficaz que logró evitar dos golpes de estado en la Región y luego conformamos la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Todo se derrumbó con la llegada de Temer, Macri, Bolsonaro, Lenin Moreno, los golpes en Brasil y Bolivia con la manipulación del Lawfare y las operaciones mediáticas. Nadie ha estado más expuesto al linchamiento mediático que el gobierno de Venezuela.
Es bien conocido cómo orquestan las Agencias Gubernamentales de los Estados Unidos sus planes de Regime Change -con mentiras han justificado sus invasiones militares en Iraq, la destrucción de Libia- y sus pretensiones de injerencia directa en la política latinoamericana. Cabe preguntar por qué al gobierno de los EE. UU. y al Grupo de Lima no les preocupan las flagrantes violaciones de los Derechos Humanos en Chile, en Bolivia, en Brasil, en en Honduras, o en Colombia- donde se han asesinado a 250 líderes sociales firmantes de los Acuerdos de Paz- Acuerdos que también – recuerdo con orgullo- fueron promovidos por Néstor Kirchner, Hugo Chavez y Fidel Castro. Nadie puede ignorar hoy que Venezuela está bajo asedio, sometido a un bloqueo criminal que priva al pueblo de medicinas, alimentos, insumos esenciales. Aportar a intensificar ese asedio es, por lo menos, irresponsable. Desde el golpe de estado perpetrado contra Hugo Chavez en abril 2002, no han cesado los intentos de golpe, magnicidio, sabotaje, desabastecimiento, acciones organizadas de violencia para promover el caos. La mayoría de los partidos de la oposición no presentan candidatos a elecciones para no convalidar el triunfo del voto popular, como explicó con pruebas el ex presidente Rodriguez Zapatero desde Caracas cuando fue reelecto Nicolas Maduro en 2018. Como no lograron derrotar a Nicolas Maduro, los EE.UU. fungieron a un presidente «autoproclamado», Juan Guaidó, quien tiene también el apoyo de varias naciones europeas. Tenemos en consideración que, en un Frente, no todos pensamos igual. Sabemos que hay entre nosotros dirigentes que siempre estuvieron opuestos al socialismo venezolano – sin haber pisado nunca Venezuela- y hasta alguno que celebró la proclamación de Guaidó. Pero confiamos en que, independientemente de las preferencias, el gobierno del Frente de Todos iba respetar los principios rectores de No Intervención en los asuntos internos de otros estados, Resolución Pacífica de las Controversias, y el principio consagrado de Igualdad Jurídica de los Estados. La Argentina ha hecho doctrina con estos principios fundantes del Derecho Internacional, la Doctrina Drago, la Doctrina Calvo. Los países de la Unión Europea tienen tanto derecho a inmiscuirse en las elecciones en Venezuela, como a Venezuela le cabe dictaminar en las elecciones francesas. El anticolonialismo es también, un imperativo ético. El 6 de octubre en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se votaron dos Resoluciones. La Res. L.55. que subraya la importancia de mantener el diálogo constructivo y la cooperación con Venezuela a fin de «reforzar su capacidad de cumplir las obligaciones que le incumben en materia de derechos humanos”; “expresa preocupación por las noticias relativas a presuntas restricciones al espacio cívico y democrático, incluidas las denuncias de supuestos casos de detención arbitraria, intimidación y difamación de manifestantes, periodistas y defensores de los derechos humanos”; celebra la visita de la Alta Comisionada a la República Bolivariana de Venezuela, que tuvo lugar del 19 al 21 de junio de 2019, y los compromisos acordados con el Gobierno para mejorar la situación de los derechos humanos en el país; exhorta al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela a que aplique las recomendaciones recogidas en los informes de la Alta Comisionada presentados al Consejo de Derechos Humanos en sus períodos de sesiones 41º y 44° y pide a la Alta Comisionada que siga colaborando con la República Bolivariana de Venezuela para hacer frente a la situación de los derechos humanos en el país y prestar apoyo sustantivo en forma de asistencia técnica y fomento de la capacidad.» Esta Resolución que promueve y alienta la participación democrática fue votado por varios países, entre otros, México. Más tarde se puso en consideración la votación de la Res. L.43 promovida por el Grupo Lima. Esta Resolución, además de condenar enérgicamente a Venezuela, en consonancia con las expresiones de la oposición, promueve la franca injerencia en los asuntos internos. Decide prorrogar por dos años el mandato de una «Misión Internacional Independiente” que fue constituida por tres personas sin representación alguna, designadas por el Grupo de Lima, que se limitó a recibir desde Panamá informes por mail de la oposición venezolana, que nunca fueron constatados. Además, sugiere la consideración de nuevas medidas. Para mayor muestra de cinismo, expresa preocupación por el tratamiento de la pandemia Covid-19 en Venezuela que, con 30 millones de habitantes, tiene -según datos de la OMS- 80.000 contagiados de Covid-19 y en total 653 muertos, lo que, claramente, muestra un mejor desempeño, seguimiento y cuidado de la salud pública que los países que apoyan la Resolución 43, incluído el nuestro. Esto demuestra, palmariamente, la falta de rigor de los argumentos expuestos en esta Resolución, que apuntan a demonizar a la República Bolivariana de Venezuela, sus autoridades legítimas y su pueblo, que resisten heroicamente el asedio de los Estados Unidos de América y sus aliados. Argentina podría haber optado por abstenerse, en todo caso, si no quería comprometerse con ninguna de las dos Resoluciones. Pero en cambio, votó con los países europeos que reconocen al autoproclamado Guaidó como presidente sin un voto, modalidad que pone en riesgo a las democracias de America Latina. Votó junto al Reino Unido, cuando Venezuela ha sido aliada constante y ejemplar de la República Argentina en nuestra lucha por la soberanía en Malvinas. Votó junto al grupo de países latinoamericanos que han seguido a pie juntillas las instrucciones de los Estados Unidos de demoler a Venezuela. Argentina votó con Bolsonaro, con Piñera, con la golpista Añez, con Lenin Moreno y los habilitó como voceros de los Derechos Humanos. Por lo expuesto, presento mi renuncia como embajadora plenipotenciaria en la Federación Rusa, declino el alto honor y los privilegios que deparan tan alto e importante cargo. No me voy del Frente de Todos y Todas, al que el Kirchnerismo aportó tanta energía, tantos esfuerzos y la mayoría de los votos. ¡Y construyó con tantos sueños! Recuerdo ahora vívidamente a las masas de jóvenes y viejos militantes felices y conscientes en la histórica Cumbre de Mar del Plata, donde celebramos el rechazo del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el rotundo éxito protagonizado por los «tres mosqueteros», como llamó Hugo Chávez a su alianza indestructible con Néstor Kirchner y Lula da Silva. No podría seguir instrucciones de Cancillería que no comparto y que considero reñidas con el interés de la Nación. Quiero actuar con responsabilidad y transparencia; que nadie se preocupe o perjudique por mis declaraciones, ni conocer preocupaciones en off por los medios de prensa comerciales. Mi posición y mi ideal de construcción de la Patria Grande es hoy, como fue durante los dos gobiernos Kirchner, y seguirá siendo, firme e inclaudicable. Siempre. ALICIA CASTRO