La realidad argentina demuestra que vivimos en un país donde la protesta social es “delito”, pero la violencia delincuencial relacionada al fútbol es “pasión”.
Un país liderado por Mauricio Macri, quien fuera el presidente de un club de fútbol que fue “socio” de su principal opositor, presidente de otro club grande.
Y no podemos resolver el tema de las barras, mientras hay que cuidar a los principales presidentes del planeta… ¡Que país mas raro!
El 2 de noviembre, Macri demostró que no entendía el contexto social y político que se desnudaba con esta final.
Minutos antes de las 8 de la mañana, twitteaba: “Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir”.
La realidad argentina demuestra que vivimos en un país donde la protesta social es “delito”, pero la violencia delincuencial relacionada al fútbol es “pasión”.
El problema no son las barras en sí, sino los agentes del Estado (dirigentes políticos, policías y jueces) que las alimentan y protegen para usufructuar con ellas.
Por supuesto que Cambiemos no es el único. Argentina es ese país donde la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en ejercicio de su función, facilitó que los barras viajen al Mundial de Brasil 2014.
En este contexto, la dirigencia política y sindical actual en su conjunto es la más comprometida de la historia argentina con las mafias del fútbol. Como una suerte de espiral que nunca se acaba, resolver el problema es cada día más difícil porque eso significaría investigarse a sí mismos.
Para eso no hay excusas, ya que nadie resiste un archivo. La actual ministra de Seguridad, twitteaba en el 2013, cuando era diputada nacional: “La violencia en el fútbol se acrecienta con la hora , será responsable el Gobierno de semejante despropósito”.
¿Qué dirá ahora Bullrich, la misma ministra que alardeaba con el G20 para hablar de la seguridad de la final entre River y Boca?.
La violencia en el fútbol, en definitiva, desnuda las miserias de una dirigencia política que no puede resolver un problema de este tamaño. O simplemente no quiere.