«Me declaro culpable por la muerte de Eduarda”, había dicho Fernando Alves Ferreira (27) el año pasado cuando le imputaron el hecho. Le había pegado nueve tiros a su amiga y subrogante de vientre en un circuito turístico del Lago Escondido y se fue.
Luego realizó la denuncia por la supuesta desaparición. Pero pronto todos los caminos de la investigación fueron en una sola dirección y, más tarde, confesó. Ahora un jurado popular lo encontró culpable del crimen de su compatriota brasileña, pero uno de los ejes estuvo puesto en la figura del femicidio. Es que el acusado sostuvo que se autopercibía como mujer y se identificaba como Amanda. Para la fiscalía era una estrategia defensista, pero por unanimidad el jurado le dio la derecha a la, ahora, condenada.
Amanda llegó a juicio acusada de homicidio triplemente agravado: por femicidio, por uso de arma de fuego y por alevosía.
Estos dos últimos fueron acreditados durante el debate que culminó el viernes 30 de junio pasado, según entendieron los doce miembros del jurado popular que la encontraron culpable. Pero desestimaron la figura de femicidio. Igualmente, el monto de la pena (que tendrá que resolver el juez Martín Arroyo en los próximos días) no va a variar y la única condena posible por esa doble calificación es la perpetua.
Pero, ¿cuál fue el debate entre las partes con respecto al femicidio? Para el fiscal jefe Martín Lozada se había tratado de un femicidio. Es decir, de un crimen de un hombre contra una mujer en un contexto de vulnerabilidad y violencia de género. Y les planteó a los miembros del jurado, que dos meses después del asesinato de Eduarda Santos (26), la acusada se había presentado ante el juez en la audiencia de imputación con su nombre de nacimiento: Fernando Alves Ferreira.
En esta línea, destacó que recién “diez meses después del homicidio” informó este cambio en su autopercepción.
En la otra vereda estuvo el planteo de los abogados defensores Nelson Vigueras y Mónica Goye que relataron que “desde la adolescencia” la acusada se autopercibía como mujer. En este sentido, explicaron que no se podía avalar el agravante de femicidio porque no habría existido esa diferencia de género, porque la acusada siempre se sintió Amanda y porque “no hubo una relación de poder asimétrica”. “No estamos en presencia de un hombre, por eso no es un femicidio”, sostuvo el abogado en su alegato de apertura y reforzó: “Eran dos mujeres y no había una relación desigual de poder”.
La defensa fue un poco más lejos y le había pedido al jurado que su defendida sea declarada no culpable por inimputabilidad. Sostuvo que al momento del crimen, aquel 16 de febrero de 2022, Amanda “tuvo un trastorno mental transitorio” que le impidió comprender su accionar. Este planteo no prosperó.
Entonces, antes de que el jurado entrara a deliberar, el juez Arroyo les explicó que “para que haya femicidio, no sólo debe probarse que el autor es varón, sino también que existió un contexto de violencia de género previo”. Este último punto, fue el que no quedó plasmado durante el debate, más allá de la cuestión vinculada con la autopercepción, detallaron en el sitio de la Asociación Argentina de Juicio por Jurados.
Luego de casi tres horas de deliberación, el jurado resolvió por unanimidad condenarla por homicidio doblemente agravado y descartaron la figura de femicidio.
La historia. Eduarda y Amanda se conocieron en su Brasil natal. Luego Amanda se instaló en la localidad turística de Bariloche y se casó en 2018 (siendo Fernando) con Marcelo Ramírez. El matrimonio tenía la intención de tener hijos y allí reaparece la figura de Eduarda.
La joven, viene a la Argentina, y les subroga el vientre para que puedan ser padres. Así nacen en el hospital de Bariloche los mellizos que esperaba la pareja. Pero durante el embarazo, Marcelo fallece de manera natural. Así es como los menores son anotados con el apellido del entonces Fernando y de Eduarda.
La joven regresó a Brasil, donde la esperaban tres hijos más. Pero al poco tiempo volvió a quedar embarazada y le pidió ayuda a su “amigo/hermano”, como lo menciona a Amanda en uno de los posteos de sus redes sociales de hace un poco más de año.
Amanda le ofrece que viniera con el bebé a vivir con ellos. Así lo hizo. Pero el 16 de febrero de 2022 la asesinó, con la intención de quedarse en soledad con el cuidado de los tres menores, según la teoría fiscal.
Aquella noche ambas fueron hasta el sendero de acceso al mirador del Lago Escondido. Cuando bajaron del auto, Amanda vació el cargador de su arma (seis balas) contra el cuerpo de la joven, lo recargó y volvió a disparar otras tres veces. Después se fue y llamó a la policía para denunciar la desaparición de su amiga. A la semana era imputado como autor del homicidio y confesaba ante el juez.
Una confesión por matar
Dos días después del crimen, Fernando Alves Ferreira (así se presentó primero) se había hecho responsable del asesinato de su amiga Eduarda Santos en la audiencia imputativa por el homicidio. Sostuvo que se “arrepentía de haber “asesinado a alguien”, pero aclaró que lo hizo por la seguridad suya y de sus hijos.
“Yo me declaro culpable por la muerte de Eduarda Santos de Almeida. Yo sí soy el responsable”, dijo entonces ante el juez penal Sergio Pichetto, y los fiscales Gerardo Miranda y Martín Lozada.
“Me arrepiento de haber asesinado a alguien, claro que sí”, luego destacó que no recordaba bien el momento del crimen y siguió: “No sé si me van a dar una cadena perpetua, pero en realidad no me importa”. Luego, explicó que “no planeó” el crimen, pero que estaba “en peligro”. “Perdón, pero mi vida viene primero que la de los demás”, sostuvo y fue contra la víctima: “Eduarda no era sumisa, todo lo contrario. Yo me quedé viudo hace siete meses. La violencia que sufríamos en la casa a partir de la llegada de Eduarda era constante. Mi prioridad eran mis hijos”.