Estudios indican que el 31% de los más de 600.000 fallecidos en todo el mundo en 2014 a consecuencia del tabaquismo pasivo eran niños.
El tabaco es, no cabe ninguna duda, muy perjudicial para la salud. De hecho, fumar es el primer factor de riesgo de mortalidad prematura. Además, el tabaco no solo es nociva, y mucho, para la salud de los fumadores.
También daña la de todos aquellos que, por proximidad, acaban inhalando el humo del tabaco: los consabidos fumadores pasivos –o ‘fumadores de segunda mano’ según la terminología inglesa–. Una situación que más preocupante, si cabe, en el caso de los niños.
Y es que según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 31% de los 600.000 muertos por el tabaquismo pasivo en 2004 fueron niños.
Sin embargo, cerca de la mitad de todos los niños del mundo –en torno a 700 millones– aún se ven abocados a respirar aire contaminado por el humo del tabaco.
Y más de un 40% de los menores tienen cuando menos un progenitor fumador. Por ello, un panel de expertos de la Asociación Americana del Corazón (AHA) han publicado una nueva declaración científica para exigir tanto a los gobiernos como a los padres el fin, de una vez por todas, de la exposición de los niños al humo y demás productos del tabaco.
Como explica Geetha Raghuveer, primera firmante de esta declaración publicada en la revista «Circulation», «los padres deben considerar que sus hijos vivan en un entorno libre de humo porque la exposición al humo del tabaco es nociva para la salud cardiovascular a largo plazo de los niños y puede acortar su esperanza de vida».
No en vano, incide Geetha Raghuveer, «los niños expuestos al humo del tabaco pueden desarrollar enfermedades cardiovasculares al alcanzar la edad adulta por un deterioro funcional de sus vasos sanguíneos. Y algunos bebés que son expuestos al homo del tabaco cuando se encuentran en el útero pueden encontrarse en riesgo de sufrir un episodio de muerte súbita durante su infancia».
Víctimas más vulnerables
El tabaquismo pasivo supone una exposición directa a una multitud de compuestos químicos que pueden afectar a la salud por la alteración del flujo sanguíneo, las arterias y venas, la presión sanguínea y el ritmo cardiaco.
Sin embargo, los fumadores pasivos no solo tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. El número de enfermedades asociadas a la inhalación del humo de los cigarrillos es tan abrumador como preocupante –entre otras, la diabetes, las enfermedades respiratorias y el cáncer.
En este contexto, debe tenerse en cuenta que los niños son especialmente vulnerables a este tabaquismo pasivo. Sobre todo porque aún se encuentran en una fase de desarrollo, por lo que desde un punto de vista meramente físico resultan particularmente susceptibles al humo del tabaco. Y a ello se aúna que no pueden controlar que las personas fumen en su entorno.
La exposición al humo del tabaco es nociva para la salud cardiovascular a largo plazo de los niños y puede acortar su esperanza de vida.
Y las denominadas ‘leyes antitabaco’ que se han aprobado en muchos países del mundo, muy especialmente en las últimas dos décadas, ¿no han servido para ofrecer a los niños una mayor protección frente a este humo del tabaco?
Pues sí, pero aún resultan claramente insuficientes. De hecho, un estudio llevado a cabo en 2011-2012 en Estados Unidos reveló la presencia de cotinina –el metabolito de la nicotina que se emplea para medir la exposición al humo pasivo– en la sangre del 41% de los niños con edades comprendidas entre los 3 y los 11 años y en el 34% de los ‘menores’ de 12 a 19 años de edad.
Tolerancia cero
En definitiva, aún queda mucho por hacer si queremos garantizar un desarrollo adecuado y libre de humo para los niños de hoy y las generaciones futuras. Y para ello solo existe una medida posible: tolerancia cero con el tabaco en entornos, públicos o privados –como sería el propio domicilio– en el que haya o pueda haber menores.
Como concluye Geetha Raghuveer, «alentar a los adultos para que dejen de fumar es una estrategia costo-efectiva y saludable que puede beneficiar tanto a los niños como a los propios adultos.
Y asimismo, aumentar los impuestos sobre el tabaco para desalentar el consumo de estos productos también podría reducir la exposición en niños».