La diabetes es una enfermedad que padecen más de 422 millones de personas en todo el mundo –y que solo en 2014 fue directamente responsable de 4,9 millones de decesos a nivel global. Una enfermedad que, por lo que respecta al viejo continente y según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pasará de los 53 millones de afectados en 2007 a cerca de 64 millones en 2025.
Pero, ¿no hay nada que podamos hacer para minimizar este crecimiento tan desmesurado? Pues sí; tan solo hay que adoptar unos hábitos de vida más saludables, como sería seguir una dieta más adecuada, realizar ejercicio y evitar el tabaco. Y asimismo, como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York (EE.UU.), reducir nuestra exposición a los productos químicos que actúan como ‘disruptores’ –o ‘interruptores’– endocrinos, esto es, que alteran la producción y regulación de las hormonas y acaban provocando la aparición de la diabetes.
Concretamente, el estudio, publicado en la revista «Journal of Epidemiology & Community Health», muestra que reducir en un 25% la exposición a algunos de los productos químicos más comunes en nuestro entorno evitaría cada año más de 150.000 nuevos casos de diabetes tipo 2 en Europa. Un beneficio para la salud de la población que, además, tendría unas repercusiones económicas más que notables: un ahorro estimado de más de 4.500 millones de euros anuales.
Disruptores endocrinos
Cada vez hay más evidencias de que algunos contaminantes ambientales como los ftalatos –compuestos químicos comúnmente empleados como plastificadores–, los pesticidas o los policlorobifenilos (PCB) –productos que se emplean como aislantes en los aparatos eléctricos– actúan como disruptores hormonales, contribuyendo así al desarrollo de algunos trastornos metabólicos, muy especialmente a la obesidad y a la diabetes.
Pero, exactamente, ¿a cuánto asciende esta ‘contribución’ en el caso de la diabetes tipo 2? Pues para resolver a esta cuestión, los autores analizaron los resultados alcanzados en el Estudio de Personas Mayores de Uppsala para la Investigación Prospectiva sobre la Vasculatura (PIVUS), trabajo en el que se analizó la exposición ambientales a los ftalatos, ciertos pesticidas, PBC y sustancias perfluoroalquiladas –compuestos comunes en los productos de limpieza y textiles– a partir de las muestras de sangre de más de un millar de personas mayores –todos los participantes tenían una edad entre los 70 y los 75 años– residentes en la localidad sueca de Uppsala.
Necesitamos una normativa regulatoria potente que identifique los riesgos que presentan los productos químicos antes de su usoLeonardo Trasande
El análisis de los resultados permitió dilucidar que una reducción de un 25% en el índice de masa corporal (IMC) conllevaría una disminución de hasta un 40% de la prevalencia de la diabetes tipo 2 en este grupo poblacional, esto es, entre las personas con edades comprendidas entre los 70 y los 75 años. Un efecto que trasladado al conjunto de ciudadanos europeos con la misma edad se traduciría en 469,172 menos casos de diabetes tipo 2 por año y un ahorro superior a los 13.900 millones de euros anuales.
Posteriormente, los autores se centraron en el efecto que tendría una reducción de un 25% en la exposición a cuatro ‘contaminantes’ químicos ambientales: PBC 153, monoetilftalato, diclorofenildicloroetileno –un pesticida derivado del DDT– y ácido perfluorononanoico –una sustancia perfluoroalquilada–.
Y lo que hallaron es que si bien el efecto no sería tan significativo como en el caso del IMC, se asociaría a una disminución del 13% de la prevalencia de la diabetes tipo 2 en las personas de 70 a 75 años de edad. Y esto trasladado al conjunto de la población europea de la misma edad supone 152.481 menos casos de diabetes tipo 2 por año y un ahorro superior a los 4.510 millones de euros anuales.
Leyes más estrictas
Lógicamente, los resultados derivan del análisis de una muestra poblacional muy específica y limitada, por lo que, como reconocen los propios investigadores, las cifras finales pueden dar lugar a ciertas dudas. Pero como destacan a su vez los autores, «muchos otros grupos de investigadores también han asociado a estos productos químicos con un riesgo mucho mayor de desarrollar diabetes tipo 2».
Como concluye Leonardo Trasande, «nuestros hallazgos también aluden a la necesidad de una normativa regulatoria potente que identifique de forma proactiva los riesgos que presentan los productos químicos antes de su uso por la población, así como que muestre alternativas más saludables. Y es que en ausencia de esta normativa, y aunque los compuestos que supongan un riesgo sean prohibidos, los nuevos productos químicos sintéticos desarrollados para reemplazarlos podrían emerger como nuevos diabetogénicos».