El equipo de Avellaneda le ganó 2-1 a Independiente del Valle en el Libertadores de América.
Hay nueve en Avellaneda. Es Silvio Romero. Es el Chino que entró para cambiar la historia de un partido muy complicado y con algunas polémicas para el Rojo. Con dos gritos de su goleador, el primer duelo de Independientes de los cuartos de final de la Copa Sudamericana fue para el local por 2-1 ante Independiente Del Valle. Romero, que busca renacer después de pasarla mal por una lesión en un tobillo que lo tuvo a mal traer, revivió la ilusión copera del Diablo.
Tenía estudiado el libreto el Independiente de Avellaneda. Hizo la tarea y sabía que su par ecuatoriano insiste con la salida desde abajo religiosamente. Por eso, el Rojo ejecutó una presión alta constante para ahogar ese recurso de su rival y recuperar la pelota lo más cerca posible del arco de enfrente. Y tuvo efecto. Importante fue el trabajo de los volantes internos, Martín Benítez y Pablo Hernández, jugando al Pacman en terreno ajeno. Así forzaron varios errores de los visitantes y generaron jugadas de riesgo.
Aprovechó bien el desequilibro de Sebastián Palacios, esta vez ubicando cómo extremo izquierdo para penetrar por ese lado. El Tucu tuvo varias chances: la primera de la tapó Jorge Pinos, la segunda rebotó en Anthony Landazuri y la tercera en Fernando León después de un gran pase filtrado del otro Tucu, Hernández. El nacionalizado chileno, de hecho fue la figura de un primero tiempo que lo tuvo al dueño de casa como ganador moral. Recuperación, juego y precisión aportó Hernández hasta que tuvo que dejar la cancha (por Pablo Pérez) por un fuerte dolor en su rodilla izquierda.
La propuesta de Independiente Del Valle no fue amarreta. 4-2-3-1 tuvo en el 10, Efrén Mera, a un conductor que intentó no rifar el balón. Cada intención de ataque pasó por él, aunque estuvo poco acompañado. Sus laderos, Angelo Preciado y Jhon Sánchez, lejos estuvieron de ser los socios que necesitaba para no tener que hacer todo solo. Así, le faltó profundidad a los ecuatorianos, que dejaron aislado a su referente de área, Gabriel Torres.
Hasta aquí, en sus tres encuentros anteriores vestido de Diablo, Beccacece había jugado sin un nueve clásico. Esta vez se inclinó por poner allí a Cristian Chávez, quien venía sumando minutos en los segundos tiempos por una molestia muscular. Y el Negro, ahí parado, bien de nueve tuvo una tras un tiro libre de Benítez y la metió. Lo gritó, como todo el Libertadores de América, pero cuatro minutos después tuvo que cerrar la boca. El VAR llamó al árbitro peruano Diego Haro, que revisó la jugada del gol -en medio de las cosas que le revoleaban los hinchas desde la platea- y decidió anularlo. ¿Qué pasó? Hernández se encontraba adelantado entre la pelota y el arquero. El mediocampista obstaculizaba la visión de Pinos y por eso, muy a pesar de las quejas de todo Independiente, estuvo bien anulado.
El bajón del Rojo se coronó con la gran macana que se mandó Benítez al regalarle la pelota a Sánchez, que puso el 1-0 contra un palo. La cachetada esa hizo reaccionar al Independiente local. Sin creatividad, pero con carácter apretó de nuevo. El empate vino por un penal sobre el ingresado Silvio Romero, que el mismo ejecutó. ¿Fue? El Chino se tiró antes que lo cruzara León. Haro marcó penal y desde el VAR lo ratificaron.
Hubo mucho más de Independiente. Decisión y compromiso, los padres de la remontada. Parecía que nada podría quebrar al bueno de Pinos. El arquero del equipo de Ecuador era la figura. No Palacios con un violento disparo desde afuera, ni Pablo Pérez, con un cabezazo a quemarropa, habían tenido éxito ante las manos del ecuatoriano. Sin embargo, la noche de Avellaneda iba a tener otra gran figura. El ChinoRomero volvió a aparecer, ahí, bien de nueve, para anticipar y puntear el balón de derecha luego de un centro de Sánchez Miño y una peinada de Benítez en el primer palo. Tocó el travesaño y se metió para hacer revivir al Diablo en una serie que tendrá su epílogo otra vez en la altura de Quito el martes próximo.