Abel Basti tiene dos décadas tras las huellas del Führer en América Latina y, aunque sus hallazgos han sido confirmados por investigaciones recientes, duda que pueda se resuelva la incógnita final: los mayores obstáculos son la burocracia y la propiedad privada.
La llamada se cae varias veces. «¡Es la maldición de Adolf!», bromea el periodista Abel Basti desde San Carlos de Bariloche, en Argentina.
El nombre de Basti ha vuelto a circular en la web luego que se divulgara la reciente investigación del brasilero Marcelo Netto, quien mostró por primera vez la foto del sargento retirado Fernando Nogueira de Araujo, un militar que dice haber participado en el entierro de Adolf Hitler en Paraguay.
«Sí, claro, el verdadero testigo clave es el militar brasilero, después lo que hay es mucha especulación», dice Basti.
El argentino, autor de cuatro libros sobre los pasos del nazismo en el Cono Sur, fue uno de los primeros en afirmar que Hitler fue sepultado en una cripta en Paraguay a principios de los años 70 y que no se suicidó en su búnker en 1945, como cuenta la historiografía oficial.
No da mayores detalles, pero sí tiene indicios de dónde está la cripta: «está ubicada una propiedad privada en Paraguay. Como se sabe, los círculos nazis y neonazis son muy importantes allá, así que realizar una exhumación es bastante difícil».
El periodista recalca que un trabajo recientemente realizado con equipos técnicos especializados, «confirma la existencia de un búnker en ese lugar, no declarado en los planos originales de los predios». En en el sitio se construye un hotel.
Cuando le preguntan si cree el gobierno paraguayo estaría interesado en despejar las dudas sobre el caso, responde: «Yo le he pedido al presidente (Horacio) Cartes oficialmente, mediante una presentación, que desclasifique una documentación vinculada a los nazis, y en particular a Hitler, porque sé que los servicios de seguridad la manejan, pero se me ha negado el acceso. Si hay tal cobertura del Estado con el tema, como se refleja con esta negativa, no tengo mayores expectativas».
«Me lo pidió Perón»
El historiador paraguayo Marcelo Llano, en su libro Hitler y los nazis en Paraguay, ya manejaba la hipótesis de que el líder fascista pasó sus últimos días al sur de Latinoamérica, primero en Argentina, bajo la protección del general Juan Domingo Perón, y luego con los privilegios otorgados por la sangrienta dictadura de Alfredo Stroessner.
«Yo a su vez -dice Basti- he entrevistado a una gran cantidad de personas, militares y agentes de servicios de inteligencia en Paraguay que dan cuenta de la entrada de Hitler después de la caída de Perón». El periodista argentino también tuvo oportunidad de hablar con Llano.
En una conversación con el historiador paraguayo, Basti escuchó el argumento con que el supuestamente Stroessner habría justificado la acogida a Hitler en Paraguay, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado: «Me lo pidió Perón, y yo no podía decirle que no».
Según Basti, el destino final de Hitler fue decidido por dos razones: la primera, la protección ofrecida por Stroessner y sus servicios de seguridad; y la segunda, la tradición pro-nazi de Paraguay, que fue el primer país de Latinoamérica en contar con una sede del partido fuera de Alemania, en la década de 1930.
En la actualidad, el periodista argentino procesa nueva información sobre la estancia de Hitler en Paraguay, como una investigación sobre el hospital en Asunción donde se hospedó el líder nazi y que saldrá en su próximo libro: «Por eso no puedo decir nada más», se excusa. No obstante, deja un detalle claro: «Todas las tretas que hubo para ocultar (a los fascistas) fueron con complicidad norteamericana, todas fueron acordadas y así consta en muchos documentos de inteligencia».
Pelea burocrática
Basti no se había interesado en la estancia de los nazis en el Cono Sur hasta que llegó a la sala de redacción donde trabajaba el caso de Erich Priebke, un agente de la gestapo que huyó de Alemania para residenciarse en la apacible localidad de San Carlos de Bariloche y tratar de enterrar su historia como el responsable de la masacre de las Fosas Ardeatinas, donde fueron asesinados 335 ciudadanos italianos. Eso fue en los años 90.
«Priebke estuvo acá hasta que se decidió su extradición y uno, como periodista, sabe que cuando surgen estos temas lo que debe hacer es escribir sobre ellos todos los días». Así empezaron las labores de investigación que lo llevaron a abordar asuntos como la llegada de los submarinos alemanes a Argentina, cuya existencia el gobierno negó hasta que se desclasificaron los documentos que lo confirmaban.
Todavía, dice, «hay un paquete de documentos que el gobierno no quiere desclasificar, a pesar de que la legislación obliga a que se divulgue todo lo relacionado a los nazis». Él, desde hace cinco años, insiste para que la información salga a la opinión pública: «allí sabremos qué tenían y quiénes venían en esos submarinos, y es probable que se sepa que entre los tripulantes estaban Hitler y su compañera Eva Braun».
El segundo a bordo
Un destino similar al de Hitler tuvo Martin Borman. De acuerdo a la historia oficial, Borman murió en Berlín en 1945 pero realmente huyó a Suramérica «y fue la persona más importante de la organización nazi después de la guerra», sostiene Basti.
La evidencia de esa historia está en una foto encontrada en Argentina que muestra los rasgos inequívocos del líder nazi, pese a sus esfuerzos por ocultarlos. «Lo de Borman es muy singular porque se anunció que habían hallado su cuerpo en Berlín, en los años 70, pero lo que hicieron fue desenterrarlo en Paraguay y llevar la calavera hasta Alemania».
El hallazgo de tierra roja en la calavera (nada usual en Alemania), y el testimonio de uno de los hijos, quien denunció que el supuesto omóplato de su padre no tenía una cicatriz característica, sembraron dudas sobre la versión de la exhumación de su osamenta en Berlín.
En 1993, documentos desclasificados de la policía paraguaya citados por El País, demostraron que la muerte de Borman había ocurrido en una colonia alemana ubicada a 350 kilómetros al sur de Asunción. De Hitler, todavía, se espera el fin del misterio.
Nazareth Balbás