La cuarentena de estos días puede ser matizada con películas sobre virus letales, pero una en particular plantea similitudes inquietantes con la realidad. Lo que no fue ficción, aunque parecería, es el aquelarre del viernes frente a los bancos, protagonizado por la principal comunidad de riesgo ante el coronavirus
Con un elenco plagado de estrellas, la película Contagio pasó con moderado suceso por la cartelera cinematográfica argentina allá por 2011. Inspirada en el SARS -un virus que surgió en 2002 -, el film plantea un futuro sino apocalíptico, dramático, en el que una pandemia es capaz de causar 26 millones de muertes.
Protagonizada por figuras de la talla de Matt Damon, Marion Cotillard y Kate Winslet, la película redobló su interés por estos días. Si los cines estuvieran abiertos, bien podría ser repuesta con éxito asegurado.
Atento a ello, HBO la programa asiduamente en su grilla. Pasa que lejos de plantear un apocalipsis plagado de zombies, la similitud que plantea esa ficción con la realidad es singular: desde su origen en China, una enfermedad respiratoria transmitida de un murciélago a un cerdo y de éste al humano, con altísimo grado de contagio, la gran diferencia con el coronavirus es, afortunadamente, el alto grado de letalidad que plantea el virus del film.
Pero hay además un detalle fundamental que bien se puede extrapolar a la realidad. Alerta spoiler, para quienes no la hayan visto: hasta que no existe la vacuna y se aplica en todo el mundo, el aislamiento persiste.
Lo cual resulta inquietante, pues anticipa que las medidas de cuarentena pueden llegar a extenderse de manera indefinida, hasta tanto los científicos encuentren la vacuna.
De hecho, el mundo nos muestra que, lejos de aflojarse, las medidas de reclusión van incrementándose. Salvo el paradójico caso de China, o Corea del Sur, el ejemplo vivo de una manera exitosa de combatir esta enfermedad.
La hipótesis de que este era un mal vigente en época invernal ya no corre: en Europa están en primavera y las medidas son más severas que en pleno invierno.
Cuánto podrá aguantar la economía una cuarentena indefinida es la pregunta del millón.
En el mundo, el desplome es tangible; en la Argentina, el panorama es incierto. Más allá de eventuales medidas que tiendan a aligerarla, alternativa que dejó abierta el Presidente este sábado al hablar del vencimiento de la prórroga del aislamiento dispuesta hasta el 13 de abril.
Erróneamente ya hay quienes hacen planes para ese día y lo más probable es que la mayoría deba permanecer en donde hoy se encuentran.
Todo dependerá de la recomendación que le haga el equipo de médicos y científicos que lo asesoran, dijo Alberto Fernández, y nadie los imagina aconsejando un levantamiento aunque sea parcial de la cuarentena.
Las medidas que vayan adoptándose pasarán por permitir que determinados sectores retomen sus actividades. Ya se agregaron algunos a través del Boletín Oficial esta última semana, y según el Presidente el 60% de las actividades tienen permitido desempeñar sus tareas.
El porcentaje puede resultar exagerado, aunque algunas imágenes que se ven -sobre todo en el Conurbano y ciudades del interior- parecieran afirmarlo. La cuarentena es en esos lugares más laxa; se nota sobre todo en el tránsito.
Nada como lo del viernes, cuando cientos de miles de jubilados y beneficiarios de la AUH dejaron el encierro para ir a cobrar. Sonó ingenua la convocatoria, pero mucho más la sorpresa de los funcionarios ante semejante masividad.
Un gobierno que se precia de «tener calle» -contraponiéndolo deliberadamente con la gestión anterior-, demostró todo lo contrario ese día. Todos sabían lo que sucedería, comenzando por aquellos jubilados que decidieron ir a hacer cola en horas de la madrugada.
Fallaron los funcionarios que se encargaron de organizar ese aquelarre. Trascendió el enojo presidencial para con algunos nombres puntuales; se supo también de mensajes de whatsapp de la vicepresidenta -recluida en el departamento de su hija en San Telmo, cumpliendo la cuarentena por su viaje a Cuba- muy críticos por lo que se veía en la televisión.
Con todo, el único reproche que trascendió oficialmente fue hacia determinados bancos a los que se responsabilizó del maltrato.
En rigor, las críticas se dividieron entre el presidente del Banco Central, Miguel Pesce; el titular de la ANSeS, Alejandro Vanoli; el líder de La Bancaria, Sergio Palazzo, y los propios bancos. Así y todo, no hubo pedidos ni ofrecimientos de renuncias.
El titular del BCRA va acumulando cuestionamientos dentro del gobierno, circunscriptos hasta ahora a la lentitud para adoptar medidas de ayuda fundamentalmente hacia las PyMEs.
Pero las principales responsabilidades son atribuidas al titular de la ANSeS, a quien se adjudican errores de programación, que se percibieron ya el viernes 27 de marzo, cuando se pagaron las pensiones no contributivas y se adelantaron los vencimientos del 30 y el 31, y el bono de 3.000 pesos de la AUH. Ese día ya hubo un cuello de botella que anticipó lo que se vería una semana después.
Desde La Bancaria endilgan culpas a Vanoli al señalar que si el pago de 10 mil pesos a los 2.400.000 beneficiarios de la AUH se hubiera juntado con el adelanto de esos 3.000 la semana anterior, no hubiera habido dos veces el mismo problema.
Cuestionado también por la responsabilidad del gremio en este desastre, Sergio Palazzo afirma que dos días antes del aislamiento les hicieron saber a los presidentes de las cámaras que agrupan a los bancos que había que adelantar los pagos siguientes, para evitar que sucediera lo que pasó.
Las entidades bancarias quedaron en hablarlo con la ANSeS.
Como sea, hay que admitir que esto es un día a día que se enfrenta con arcas flacas. Las urgencias se acumulan y los recursos faltan. Pero eso no justifica la imprevisibilidad, que puede repetirse a partir del 8 de abril, fecha clave porque es el vencimiento del pago a jubilados.
Nadie se explica tampoco que dentro de las actividades esenciales habilitadas para seguir funcionando en esta crisis no estén los bancos. Ahí es donde se habla de la fuerte presión que en ese sentido ejerció el gremio. No se entiende que una actividad primordial siga ejerciéndose a puertas cerradas. Y que solo se hayan abierto -y no todas- para el pago a jubilados y planes sociales.
El reclamo puntual lo hizo el titular de la UIA, Miguel Acevedo: al hablar de la necesidad de que abran los bancos, los comparó con «las venas que dejan correr la sangre por el cuerpo». Y puso como ejemplo lo que sucede en otros países, donde «los bancos están considerados como esenciales por todo el movimiento que tienen que hacer».
De origen radical y muy cercano a CFK en tiempos de Cambiemos, Sergio Palazzo afianzó su poderío en el mundo gremial durante los últimos años, al punto tal de que se haya interpretado como el deseo de no malquistarse con él la actitud oficial de exceptuar esa actividad de la atención al público -a propósito, los bancos operaron estos días atendidos por voluntarios-; pero eso no exime la responsabilidad del gobierno.
No faltaron quienes compararon esa actitud con el excesivo respaldo presidencial expuesto hacia Hugo Moyano durante la reinauguración del Sanatorio Antártida.
Se sabe que Alberto Fernández ha sido un duro crítico del líder camionero -quienes lo han frecuentado durante los últimos años pueden corroborarlo-, y el propio sindicalista lo sabe, por lo que sorprendió semejante grado de ponderación.
Que puede ser atribuido al equilibrio extremo que Alberto Fernández viene haciendo en su breve pero intensa gestión. «Se quiere blindar en tiempos de crisis», justificó alguien cercano al mandatario, que está hoy en el llano. Lo cierto es que a no les ha ido bien a los presidentes que eligieron a Moyano como enemigo, y en eso Fernández sigue su premisa de imitar a Néstor Kirchner, que lo eligió como aliado principal. Mas debe saber bien que el líder camionero suma, pero también resta.
Aunque Alberto debe sentir que su imagen ha crecido en estos días lo suficiente como para poder soslayar el lastre que puede representar Moyano.
Pero el presidente de Independiente no solo cae mal en las clases medias, sino también en buena parte de la dirigencia gremial, y es así que Fernández tuvo que convocarlos el viernes a Olivos para darles explicaciones.
Pensando en el día después de esta pesadilla global, AF necesitará tener contenido a todo el gremialismo, pero también de los empresarios. Por eso es que debió aclarar que cuando habló de «miserables» solo se refería a Paolo Rocca Por eso también aclara ahora que no ha planteado una disyuntiva entre salud y economía, sino que «ambos van de la mano». La realidad es que esta tragedia que se ha abatido sobre el mundo y ahora conmueve a EE.UU. ha provocado allí ya 10 millones de desocupados. En la Argentina, los trabajadores el sector formal superan apenas los 6 millones. Ellos son los que deben sostener a -entre otros- esos cientos de miles de personas que el viernes dejaron de lado la cuarentena para inundar las calles de las grandes ciudades.