El pasado 6 de septiembre el Sol se sacudió. En los alrededores de una mancha, cuya superficie está más fría que el resto de la superficie, la atmósfera solar liberó de repente una enorme cantidad de energía y materia.
El brillo del Sol se incrementó y se expulsaron al espacio partículas a altas velocidades. Se acababa de producir la llamarada solar más intensa en al menos 12 años y la octava más potente desde que en 1996 comenzaran a registrarse estos eventos.
Junto a la llamarada se produjo además una eyección de masa coronal, en la que grandes cantidades de plasma (gas a altísimas temperaturas) fueron expulsados «a lomos» del viento solar. Por fortuna, la atmósfera y el campo magnético de la Tierra fueron suficientes como para evitar daños en el planeta.
Astrofísicos de la Universidad de Sheffield y de la Universidad de la Reina de Belfast tuvieron la suerte y el acierto de estar ahí para observarlo.
A través del Telescopio Solar Sueco del Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma, lograron capturar y estudiar con detalle el comportamiento del Sol desde el primer momento del evento hasta 48 horas después. Gracias a esto pudieron obtener nuevos datos sobre este fenómeno y en total registrar tres llamaradas solares.
«Es muy infrecuente observar los primeros minutos de una llamaradas solar», ha dicho en un comunicado Chris Nelson , investigador de la Universidad de Sheffield que ha participado en las observaciones. «Normalmente solo podemos observar el 1/250 de la superficie solar usando el Telescopio Solar Sueco, así que estar en el lugar adecuado en el momento adecuado es cuestión de suerte. Haber podido observar las fases iniciales de tres llamaradas solares de tipo X en solo dos días es algo sin precedentes».
En solo 48 horas, los astrónomos pudieron observar tres llamaradas solares distintas, todas ellas de clase X, que es la de las llamaradas más potentes. La mayor de todas ellas ocurrió a las tres de la tarde del día 6 de septiembre, y alcanzó un nivel considerable de intensidad.
«El Sol está actualmente en lo que llamamos mínimos solar. El número de regiones activas, donde ocurren las llamaradas, es bajo, así que tener llamaradas de tipo X ocurriendo en una región muy pequeña es usual», ha explicado Aaron Reid, otro de los investigadores implicados en este trabajo.
«Estas observaciones pueden decirnos cómo y por qué se forman estas llamaradas, de forma que en el futuro podremos predecirlas mejor», ha añadido Reid.
Gracias a los datos recogidos durante aquellos días, los investigadores van a tratar de relacionar las llamaradas con las condiciones de la atmósfera solar, con la intención de hacer mejores predicciones para cuando estos eventos vuelvan a ocurrir en el futuro.
Esto es especialmente interesante para la industria más afectada por la meteorología espacial: la de los satélites.
Uno de los problemas de hacer estas predicciones es que las llamaradas solares evolucionan en períodos de tiempo muy cortos. Por ejemplo, las llamaradas de tipo X pueden arrancar y alcanzar su pico de energía en menos de cinco minutos, lo que quiere decir que los observadores, que solo pueden ver una pequeña fracción del Sol con los telescopios más potentes, necesitan un buen puñado de suerte y de habilidad para poder captar los instantes iniciales de las llamaradas.
Las llamaradas solares son los eventos más energéticos del Sistema Solar. Tienen una energía comparable a la de mil millones de bombas de hidrógeno y pueden expulsar plasma a velocidades de 2.000 kilómetros por segundo a través de las eyecciones de masa coronal.
Esto puede tener consecuencias en la Tierra. Las más intensas pueden dañar los satélites y las señales de los GPS, provocar auroras en la Tierra o incluso afectar al tendido eléctrico de las ciudades.