PRONÓSTICO EXTENDIDO

La Iglesia renuncia al aporte estatal con un duro mensaje al gobierno: “Siempre están postergados los más pobres”

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Los obispos ratificaron su distancia del Gobierno, sus críticas a la situación económica, su apoyo a la democracia y su alarma por las divisiones en el país. “Vemos esto como pastores”, dijo Ojea.







Los obispos católicos utilizaron la asamblea celebrada en Pilar durante la semana que pasó para ratificar el mensaje que, a través de distintos voceros y en diferentes ocasiones, expresaron en los últimos meses. Inquietud por la situación social, solidaridad con los más pobres, búsqueda de autonomía respecto del gobierno y de las fuerzas políticas, respaldo institucional a la democracia, intranquilidad por la división y los enfrentamientos en la sociedad y preocupación por los ataques contra el papa Francisco y su enseñanza. Estos son los principales títulos de una prédica que también incluyó la exaltación de los beatificados, el obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires.

Tampoco resulta menor el anuncio de que la Iglesia Católica inicia el proceso destinado a prescindir de los fondos que ahora le aporta el Estado. Todo ello en el marco de un cambio de estilo que mudó incluso la manera de comunicar tradicional: no hubo documento final de la asamblea sino un video difundido por redes sociales en el cual el Presidente de la Conferencia Episcopal (CEA), Oscar Ojea, y los vices, Mario Poli y Marcelo Colombo, se expresaron sobre todos estos temas.







“Nosotros queremos cuidar y fortalecer la democracia. La calidad de vida está ligada a la salud de las instituciones” dijo Ojea flanqueado por sus dos vicepresidentes en el mensaje grabado. Y agregó, sin embargo, que “reconocemos que la democracia tiene una deuda social: siempre están postergados los más pobres. Por eso la enorme cantidad de problemas que tenemos en el país está centralizada en esta deuda”.

Una respuesta institucional y directa para quienes acusaron a los obispos de embanderarse políticamente con la oposición por sus reclamos en favor de los pobres y, de manera muy particular, por haber auspiciado la ceremonia religiosa por “paz, pan y trabajo” celebrada el 20 de octubre pasado en la basílica de Luján junto a dirigentes sindicales, sociales y políticos. “Cuando miramos el país lo hacemos como pastores”, dijo Ojea. “La Iglesia no es un partido político, ni del gobierno ni de la oposición”. Pero agregó también que la Iglesia “mira” la realidad “desde el Evangelio”. Y dado que “en el centro del Evangelio están los pobres –aseguró el obispo– es natural que nosotros tengamos en este momento de la vida nacional una preocupación particular por tantísimos hermanos que no llegan a fin de mes, por todos aquellos que están fuera del mercado laboral y por los que más sufren”.

  Y no perdió la oportunidad para reafirmar que los obispos van a tener  “el coraje para decir lo  que tenemos que decir y estar al lado de los que tenemos que estar”. Según Ojea “ese es el lugar de la Iglesia”.

Los obispos entienden que en el mundo, pero particularmente en la Argentina, existe una ofensiva de críticas contra Bergoglio. “Sentimos que hay una agresividad muy grande en distintos medios” contra el Papa aseguró Ojea y admitió que “nunca como ahora, desde el interno de la Iglesia y desde afuera se ha criticado de manera tan tremenda al Santo Padre, seguramente por la prédica social tan fuerte que puede tocar algunos intereses”.

Con su discurso Francisco está advirtiendo sobre las amenazas que se ciernen sobre la humanidad, los abusos del capital, la exclusión y la marginación de grandes sectores.

En el país esos principios se traducen en críticas al modelo económico vigente que afecta a los más pobres. No escapa tampoco a la jerarquía que tales resistencias al magisterio pontificio no provienen solo desde fuera de la Iglesia, sino también de las propias filas del catolicismo.

Así lo consideran también grupos de fieles como Cristianos para el Tercer Milenio, que emitió un documento en el que respaldan a Ojea y, particularmente, la “grave denuncia” que él hace “sobre el ocultamiento del pensamiento de Francisco, y sobre los ataques que sufre desde afuera y desde adentro de la Iglesia”.

Para completar su mensaje el Presidente CEA subrayó que junto con el Papa, los obispos quieren “dar una lucha sin cuartel contra la corrupción, al interior de la Iglesia y fuera de ella”.

Nada de lo anterior puede leerse al margen otro dato: la Iglesia institucional, la conducción de la CEA y buena parte de los obispos que componen el episcopado católico, atraviesan un proceso de reflexión interna, que es a la vez autocrítica, y que se expresa en reconocimiento de un “cambio cultural” al que ellos deben adaptarse.

Esto implica también asumir que la Iglesia ha perdido lugares de privilegio, que sus opiniones no tienen el consenso que antes tenían, que surgen en la sociedad otros actores protagonistas y nuevas agendas a las que la Iglesia debe dar respuesta.

Esa misma realidad precipita debates, discusiones y reformulaciones en lo interno. Es una realidad que algunos deciden afrontar “con coraje y paciencia”, como dice Ojea, y a la que otros se resisten desde punto de vista más conservadores.

Parte integral del posicionamiento de la Iglesia hoy es el anuncio acerca de la decisión de ir desprendiéndose poco a poco de los aportes del Estado.

Un mensaje que recoge las críticas de aquellos sectores que reclaman la separación absoluta de Iglesia y Estado, demandas que se escucharon reiteradamente a partir de las masivas marchas en medio del debate sobre la despenalización del aborto.

Pero que también tiene en cuenta la necesidad institucional de los obispos para “decir lo  que tenemos que decir y estar al lado de los que tenemos que estar” como subrayó Ojea. En esta línea la conducción del episcopado entiende que interpreta el magisterio de Francisco y se siente respaldada por el Papa.

No se debe descuidar tampoco que parte integral del mismo mensaje es la presentación como ejemplo de vida del asesinado obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires, a quienes Francisco decidió llevar a los altares de las iglesias. No casualmente los obispos recordaron ahora que la lucha del obispo riojano y de sus compañeros fue “en contra de la tendencia al individualismo consumista que termina aislándonos en la búsqueda del bienestar al margen de los demás”.