Las informaciones falsas «son fáciles de abordar, baratas y llegan a millones de personas con muy poco esfuerzo», explica Jose Rosell, socio director de S2 Grupo, compañía especializada en ciberseguridad.
De hecho, un reciente estudio asegura que las noticias basura en EE.UU. se comparten más ahora que en 2016
Estados Unidos ha celebrado este jueves las primeras elecciones legislativas desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca.
Y así sucesivamente. La clave de todo ello es que hay un antes y un después tras el escándalo de las «fake news», o, dicho de otra manera, de cómo las informaciones falsas que circulan por la Red pueden decidir quién será el próximo presidente de un país.
Desde el año 2016, cuando Trump se impuso a Clinton en las elecciones de EE.UU., las grandes compañías tecnológicas, como Facebook y Twitter, han luchado por combatir las informaciones falsas que se difunden por internet de una manera tan veloz que en ocasiones resulta incontrolable.
Pero no solo las grandes tecnológicas han invertido grandes esfuerzos, también los gobiernos. Este martes, sin ir más lejos, España y Rusia pactaron la creación de un grupo de seguridad para frenar la difusión de noticias falsas.
Además, por primera vez, la Estrategia de Seguridad Nacional, aprobada en diciembre de 2017, incluyó el la lucha contra las «fake news» como una amenaza más.
«Actos como el uso y difusión de la información y datos sensibles y acciones hostiles que incluyen actividades de desinformación e interferencias en procesos electorales representan hoy un desafío de grandes dimensiones», asegura el documento del Consejo Nacional de Ciberseguridad, entidad encargada de vigilar este tipo de contenido.
«Estamos informados al minuto de cualquier cuestión que pasa en el globo. Esto, que esencialmente es bueno, también permite un uso fraudulento con diversos fines», explica José Rosell, socio director de S2 Grupo, compañía especializada en ciberseguridad .
Aunque las informaciones falsas han existido toda la vida, el experto señala que «el problema ahora es la tecnología y el alcance mundial» que de forma inmediata obtiene un texto sin pies ni cabeza.
«Son fáciles de abordar, baratas y llegan a millones de personas con muy poco esfuerzo», especifica el experto.
Precisamente por eso son «un fenómeno contra el que es difícil actuar ya que la velocidad con la que se mueve la información es enorme», añade Rosell.
Y muestra de ello es un reciente estudio del Oxford Internet Institute (OII) llevado a cabo durante el pasado mes de octubre, que asegura que al analizar 2.5 millones de tuits y 6.986 páginas de Facebook durante 30 días, encontraron que «la cantidad de noticias basura que circuló en las redes sociales fue mayor que las que circularon durante las elecciones presidenciales de los EE.UU».
Desconfiar y contrastar
De hecho, el informe de Gartner «Predicciones Tecnológicas para el 2018» asegura que en 2022 el público occidental consumirá más noticias falsas que verdaderas. Un panorama, sin duda, desalentador.
«Hay que seguir luchando con tecnología, algoritmos… pero sobre todo para que todos apliquemos el sentido común y no nos creamos todo lo que leemos en una red social, por ejemplo», puntualiza Rosell. «Es ahora cuando el periodismo bien entendido es más importante que nunca. Debemos desarrollar la capacidad de contrastar la información antes de darla por buena. Es lo que la prensa, bien entendida, ha hecho durante muchos años», sentencia.
Por ello es fundamental que no nos creamos todo lo que vemos en internet, WhatsApp o similares, afirma el experto. «Cualquiera puede decir cualquier cosa, sin ningún criterio, en una red social o en un sistema de mensajería y debemos aprender a no confiar en todo lo que nos llega al móvil, a la tableta o al ordenador. Lo mejor es contrastar las informaciones con fuentes contrastables como páginas web de medios importantes de comunicación», aconseja.
Al mismo tiempo, políticos y empresas tienen tareas pendientes. «Los políticos deben (deberían) poner de su parte y en relación a las empresas, quienes más pueden hacer son las que manejan grandes volúmenes de información: buscadores, redes sociales…», opina Rosell.